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La carrera por el fracturado

En las calles de Valledupar se desarrolla a diario una competencia que, aunque invisible para muchos, lleva consigo riesgos que podrían traducirse en verdaderas tragedias. Hablamos de la carrera desenfrenada entre ambulancias que buscan llegar primero al lugar de un accidente; una “carrera por el fracturado” (sí, del fracturado), porque la respuesta frente a un accidente es mucho más rápida que frente a otro caso, un infarto, por ejemplo. Esta carrera que pone en juego no solo la seguridad de quienes necesitan de los equipos de emergencia sino de los demás actores viales que, sin saberlo, están en esta pista de carreras.

Esta situación no solo evidencia una competencia por la prestación de servicios en momentos críticos, sino que también demuestra una preocupante falta de coordinación y regulación. Imaginemos por un momento: ambulancias atravesando semáforos en rojo, ignorando cruces peligrosos y en algunos casos, avanzando contravía, estacionadas dentro de las glorietas (lo que no es ni práctico ni seguro), todo en un esfuerzo por ser los primeros en llegar.

Es aún más alarmante pensar que al enfrentarse a obstáculos, algunos de sus operarios optan por continuar a pie, camilla en hombro, en una carrera desesperada por “asegurar” el paciente.

Este escenario no solo es un riesgo inminente sino un reflejo de un sistema que necesita reevaluación y fortalecimiento urgente. Valledupar al no contar con su propio Centro Regulador de Urgencias y Emergencias (CRUE), debe dar los insumos necesarios y coordinar de forma eficiente con el CRUE Departamental para que la asignación de las ambulancias sea basándose en criterios de proximidad y necesidad del servicio.

La asignación de ambulancias y el destino de los pacientes no deberían ser determinados por una carrera, una bonificación o por el capricho del conductor de esta, sino por una evaluación cuidadosa de quien puede proporcionar la mejor atención en el menor tiempo posible, sin colocar en riesgo la vida de otras personas. Esto requiere de una coordinación impecable, protocolos claros y un compromiso inquebrantable con la ética y la seguridad.

Más allá de las regulaciones y los protocolos, este es un llamado a la humanidad de quienes están en la obligación de operar y coordinar el servicio de las ambulancias. Cada segundo cuenta en una emergencia, es cierto, pero ninguna urgencia justifica poner en riesgo más vidas en el camino. La verdadera competencia debería estar en quién brinda el mejor cuidado, no en quién llega primero.

Es momento de reflexionar sobre el valor de la vida y la responsabilidad compartida de protegerla. Como comunidad debemos exigir y apoyar un sistema que anteponga la seguridad y el bienestar de las personas sobre cualquier otra consideración. Este es un llamado a todos: autoridades, profesionales de la salud, y ciudadanos, para repensar nuestra forma de responder a las emergencias. Porque en la carrera por salvar vidas, la verdadera victoria es asegurarnos de que nadie más salga herido en el proceso.

Por: Ricardo Reyes.

Categories: Columnista
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