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La calidad, una disquisición rutinaria


Por Luis Napoleón de Armas P.

nadarpe@gmail.com

 

Mucho se habla de calidad para la medición de procesos; la calidad es una escala con la cual se valora lo peor y lo mejor, pasando por los puntos medios. Se habla de buena calidad cuando hay eficacia en los procesos, esto es, en los resultados. En muchos casos no se tienen los indicadores idóneos para medirla y es ahí donde se enrarece la valoración. La calidad de una casa se puede medir por sus acabados, una pieza por su resistencia a la rotura, una bombilla por su vida útil, una bebida por su bouquet, una persona por sus semblanzas, etc. 

 

Por estos días se habla mucho de la calidad de la educación en el Cesar, algo complejo. Las referencias que tenemos no son muy contundentes; las pruebas SABER, PISA, ECAES, aplicadas en secundaria y en el nivel superior, no pasan de ser referencias comparativas entre los diferentes entes educativos, en los cuales se detecta cierto nivel de conocimiento mecánico y alguna que otra capacidad de raciocinio. Pero lejos están estas pruebas de ser un indicador de calidad. Con estos instrumentos lo único que medimos es que unos están “mejores” que otros pero no sabemos a ciencia cierta si hay calidad en los mejor calificados.

 

Lo mismo pasa con el ranking que hacen con las universidades del mundo; todo es relativo. ¿Dónde está la excelencia? Decir que el Cesar llegó al segundo lugar en el caribe equivale a que somos los segundos menos malos. En primer lugar, habría que definir, en cada nivel de educación, que es lo que debe saber el estudiante. Me dirán, lo que debe saber es el currículo asignado pero esta sería una afirmación, también relativa. ¿Será más útil para la sociedad, la ciencia, la cultura, el hombre, la historia, aquél que memorice o responda mejor al currículo vigente? ¿Será este currículo el que mejor responda a las necesidades? Yo creo que lo primero en analizar son los currículos, en su pertinencia y en su implementación.

 

Es probable que el insumo que les están dando a los estudiantes no es el ideal para obtener un producto de calidad buena y que la implementación dada no cataliza el proceso hacia ella. ¿Cuál es la formación que necesitamos, dado nuestro grado de desarrollo, y cual tipo de hombre debemos formar? La enseñanza de las asignaturas cuánticas como la matemática, la física, la química no debe satanizarse; la humanidad antes que escribir, comenzó a contar. La enseñanza de la geografía no debe separase de la geopolítica ni de la historia. La enseñanza de la historia y  humanidades, que están en vías desaparecer, son las que posicionan al educando en un contexto determinado.

 

La historia debe ser impartida por grupos interdisciplinarios esclarecedores de la verdad porque parte de esta se quedó en el tintero; recibimos una historia viciada, escrita por los vencedores; es el equivalente a decir que cada quien cuenta a su manera como le fue en la fiesta; una historia viciada crea ciudadanos amorfos, sin un contexto real del pasado. Igual ocurre con la enseñanza de las religiones, que si bien son catalogadas como “costuras”, llenan un gran espacio en la vida de las personas.

 

Por eso, su enseñanza no debería recaer en una sola persona ni iglesia, sino en varias, para que en forma simultánea, mediante la discusión razonada, destruyan los mitos que se erigen alrededor de ellas, llenando de atajos el camino del hombre, que como una marioneta se deja conducir por el fatalismo esotérico. Las religiones no son malas de suyo, lo malo es su enseñanza, Detrás de ellas podríamos encontrar un gran soporte espiritual o llegar al fundamentalismo ciego e irracional. El hombre así formado, se detiene en lo contemplativo.

 

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