“A raíz de la captura de ‘Otoniel’ se debate sobre si será reemplazado por otro capo y todo seguirá igual o si, como sostiene Duque, es el final del ‘clan’. En la práctica no es así de sencillo. La experiencia de neutralización de cabecillas de grandes organizaciones narcotraficantes muestra que la mayoría de las veces otros líderes los reemplazan, pero no necesariamente el alcance y el poder de la organización permanecen iguales”.
Es la opinión del profesor Gustavo Duncan, experto en temas de narcotráfico, criminalidad y territorio, autor del libro ‘Los señores de la Guerra’ (2006).
Duncan explica que muerto Pablo Escobar, ‘Los Pepes’ cambiaron la modalidad de operación y control: “Tras la muerte de Pablo Escobar, una disidencia del Cartel del Medellín, ‘los Pepes’, impuso su control luego de someter a las bandas que en su momento trabajaron para Escobar. Sin embargo, la forma de controlar era diametralmente opuesta (…) Eran otras las condiciones de poder. Las bandas dejaron de hacer la guerra contra el Estado y redujeron muchos de los comportamientos que deterioraban la seguridad ciudadana. El Estado, pese a que existía una mafia poderosa en la ciudad, había logrado reducir la violencia y, al margen de los sobornos a muchas autoridades, la nueva situación permitía a la Policía y a los funcionarios públicos ingresar a los barrios sin el temor de los tiempos de Escobar.
La desmovilización de las AUC es otro caso diciente de cómo la aparición de nuevos liderazgos no significó que todo siguiera igual. Los ejércitos privados post-Auc nunca alcanzaron una dimensión y un poder cercano al de los bloques de guerra de las AUC. Estuvieron muy lejos de su capacidad de controlar territorios, tanto en extensión como en profundidad de su control social. De nuevo, la situación resultante fue favorable para el Estado, así ahora tuvieran que enfrentarse a otros ejércitos privados.
Otoniel fue precisamente un caso de antiguos mandos de las AUC que retomaron el poder y la estructura armada de los anteriores paramilitares. Lo que logró no fue poco (…) No obstante, su poder era apenas una sombra del poder que dispusieron las AUC con más de veinte mil tropas con armas largas, alianzas con al menos una tercera parte del Congreso y la expulsión de las guerrillas de la mayor parte del norte del país.
En consecuencia, la pregunta no es si las cosas seguirán igual o si el clan del Golfo dejará de existir, sino cuáles serán los efectos en el poder de las nuevas estructuras criminales. ¿Qué sería un buen resultado, a la vez que viable?”. (El Tiempo, 28-10-21).
Duncan dice que el Estado desmantela el clan o este se reduce a hacer transacciones de la droga y otros criminales. “Sería más factible proponerse que estos grupos solo aspiren a controlar el negocio, no a gobernar a la población”, había escrito antes (El País, Cali. ‘La Dirección Civil’).
En todos los escenarios el balance de poder se inclina a favor del Estado. Las últimas capturas en la región, en particular antier en La Guajira, contra reductos del clan, se dirigen en la orientación del presidente Duque. Aunque el clan no actuó notoriamente en el Cesar, sí en las costas de Magdalena y Guajira, su declive nos tranquiliza.