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‘La cacería de los perturbados’

Un buen escritor tiene imaginación, intuición y perspicacia. Y algunos de sus gestos o hábitos tienen una relación casi sanguínea con los valores y signos de la sociedad, esa relación termina siendo reflectores o espejos de los lugares que frecuenta, las historias que le han contado o de las experiencias de la misma vida 

La imaginación literaria puede explorar una sociedad a su manera, decirnos algo nuevo sobre sus aspectos básicos y esenciales, proporcionar hipótesis esclarecedoras y sugerir órdenes excepcionalmente reveladoras. Por sus ideas o narrativa el escritor puede ayudar a la comprensión de la sociedad. El escritor vive, pero también pone a prueba sin límites su imaginación y la expansión de su memoria. 

La trama de los acontecimientos en cada uno de los trece cuentos descritos bajo la mira del autor, Carlos Cesar Silva, en su obra ‘La cacería de los perturbados’, desarrollan la estructura llamada Pirámide de Freytag, (dramaturgo alemán que vivió durante el siglo XIX).  

El cuento parece ser el género natural de la humanidad por su incorporación espontánea a la vida cotidiana, esa forma de ver la vida invita a la comprensión de lo que somos en términos regionales y la forma de entender nuestra idiosincrasia relacionada con las dificultades o lentitud de los trámites institucionales y las historias anónimas que nadie cuenta, pero alcanzadas por el murmullo, ciernen la voluntad de la imaginación para contarlas sin carrera por personajes que existieron incluso en nuestra vecindad.

A propósito, con maestría, Gabriel García Márquez, puntualizó, que escribir una novela es pegar ladrillos y escribir un cuento es vaciar en concreto. Hay otra comparación que es pariente pobre de la anterior: el cuento es una flecha en el centro del blanco y la novela es cazar conejos. En todo caso esta incertidumbre recreada por el lector ofrece una buena ocasión para dar vueltas una vez más, como siempre, sobre las diferencias de dos géneros literarios distintos y sin embargo confundibles.

Para tratar de explicarlo comentó lo siguiente: “La intensidad y la unidad interna son esenciales en un cuento y no tanto en la novela, que por fortuna tiene otros recursos para convencer. Por lo mismo, cuando uno acaba de leer un cuento puede imaginarse lo que se le ocurra del antes y el después, y todo eso seguirá siendo parte de la materia y la magia de lo que leyó”

William Faulkner escribió: “Tal vez todos los novelistas quieran escribir poesía primero, descubren que no pueden y luego prueban el cuento, que es la forma más exigente después de la poesía. Y, al fallar en eso, solo entonces se dedica a escribir novelas”

Es irónico que el título de “escritor de cuentos” sea tan largo para un oficio tan abreviado. Para las personas que lo llaman a la ligera una “instantánea”, es un escaneo del alma. Escribir un cuento es como exponer el corazón humano con un bisturí, a veces con hábiles incisiones, otras con una carnicería brutal. 

Los cuentistas consideran que tienen una mente infinitamente más creativa que los novelistas, porque pueden generar muchos más mundos. En mis diálogos con Carlos Cesar, podremos profundizar sobre sus aventuras en el amplio mundo literario, sin embargo, por ahora disfrutemos de ‘La cacería de los perturbados’, para entender la ruta literaria del autor, su tránsito hacia otros géneros, y, sobre todo, el reflejo o reminiscencias en los lectores. 

Por Luis Elquis Díaz 

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