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La Banca: abuso y saqueo

Por: Imelda Daza Cotes

“El delito no es robar un banco sino  fundarlo”  Bertol Brecht
El ex banquero suizo Rudolf Elmer, quien suministró a Wikileaks información sobre cuentas bancarias secretas, fue detenido. La misma suerte podría correr Assange si diera a conocer la información recibida. Podría ser acusado de “terrorismo económico”, un delito penalizado en todo el mundo. Es decir, por violar los archivos diplomáticos de EEUU y difundir anécdotas y episodios, Assange no ha podido ser ajusticiado, pero sí lo sería por hacer pública la información sobre las fortunas ocultas en los paraísos fiscales. Tanto es el poder del dinero.
Las finanzas, como todas las actividades económicas, deben asumir ciertos principios éticos que tengan en cuenta las incidencias de sus actos  sobre la sociedad. El móvil único no puede ser el beneficio máximo. Una banca con cierta ética y alguna moral les conviene a todos, incluidos los agiotistas y usureros. Si el negocio bancario se aleja de principios como no engañar, no robar, no especular, y resuelve privilegiar el afán de lucro, la ganancia desmedida  y el saqueo, fracasan todos y surge la crisis. El comportamiento especulativo de la banca mundial, que ha sido calificado por muchos analistas como criminal, originó la actual crisis que sigue sin resolverse precisamente porque no se ha rectificado el accionar de los culpables que operaron sin control y después de enriquecer a sus propietarios y a sus directivos se declararon en quiebra.  Pero acto seguido, recibieron todas las ayudas necesarias para recuperarse. En un robo bien orquestado, los gobiernos acudieron en su ayuda y los salvaron, en perjuicio de  programas sociales y de incrementos salariales.
En los llamados paraísos fiscales, los bancos ocultan sus ganancias, camuflan todo tipo de operaciones y evaden impuestos, es lo que puede llamarse un robo institucionalizado. Los nexos con el poder político les permiten obtener recursos extras para salvarse de la bancarrota, es lo que se puede calificar como otro robo. Por los servicios que prestan a sus clientes-víctimas cobran lo que quieren, imponen las cláusulas que se les antojan y en letra menuda, casi ilegible,  sus clientes reciben créditos onerosos, otro robo en pandilla. Por último, en la crisis, los bancos han disfrazado a su favor el monto de la deuda de varios países, y luego han presionado las medidas neoliberales que les favorecieron.
A partir de la década de los 90 se impusieron en Colombia las políticas neoliberales y con ellas la apertura económica que implicó el desmonte de muchos controles bancarios, la disminución de las cargas parafiscales, la casi eliminación de los controles a las tasas de interés y a la movilidad de capitales, y se permitió a los bancos extranjeros entrar al país para competir. Se decía entonces que en sana competencia los servicios mejorarían y las tarifas serían determinadas por el mercado. Puro cuento. Los bancos extranjeros conocían muy bien cómo operaba su competencia en Colombia y se plegaron a sus procederes abusivos, así que unidos al saqueo nacional fortalecieron  las prácticas nocivas y onerosas. El sector financiero se expandió y se dio  el fenómeno de la “bancarización”  sin  la más mínima ventaja para los ciudadanos que hoy pagan por todo: por retirar  su propio dinero del banco donde lo han depositado, aún más por hacer retiros en otras sucursales, por el manejo y administración de sus cuentas, por consultar los saldos de sus cuentas en red propia y aún más si es en otra red, por usar la red para efectuar pagos, pagan por el más mínimo papel que requieren del banco y por cualquier servicio por sencillo e insignificante que sea.  Al amparo de la crisis, los costos de los servicios bancarios fueron incrementados en un 30%, pero pasada la emergencia no los redujeron y en general las alzas superan el monto de la inflación, lo cual equivale a ganancias extras para los bancos.
La “bancarización”, que ha sido mostrada como un gran logro, no se dio de manera espontanea. Los patronos obligaron a sus  asalariados a disponer de una cuenta para consignarles los pagos. Esta es un práctica corriente en casi todo el mundo, pero sólo en Colombia hay que pagar el tal 4×1000 por retirar del banco ese salario. Quiere decir que la bancarización favoreció a la banca, no a los nuevos clientes.
Sin embargo, no debería sorprender la actuación de los bancos; al fin y al cabo nacieron de la codicia, pecado capital tan viejo como la usura y como la humanidad misma. La avidez extrema es lo que estimula su accionar que se desborda si no hay controles efectivos y si no hay una ciudadanía actuante y vigilante que impida los abusos.
El nobel de economía Joseph Stiglitz, advierte que los banqueros no son seres anormales que actúen movidos estrictamente por el peor de los egoísmos y la avaricia sin límites, sino que proceden de acuerdo con las condiciones imperantes en el mercado donde actúan, y pueden hacerlo porque han acumulado un poder que les permite incidir sobre las regulaciones, o más bien, desregulaciones. Esto quiere decir que los males ocasionados por la banca son remediables si se impone alguna ética y se establece una relación de confianza entre los ciudadanos y las entidades financieras basada en un mayor conocimiento mutuo,  en la vigilancia estatal y en la posibilidad de hacerse sentir en los órganos legislativos y  gremiales.

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