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La aventura de vivir

¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida? (San Mateo 16,26)

La vida no es un problema que se deba solucionar; es una aventura que se debe vivir. Cuando Dios hizo la creación, vio que era bueno; pero cuando creó al hombre, vio que todo lo credo era bueno en gran manera. Dios nos preparó de tal modo que, funcionamos cuando abrazamos el riesgo como eje central de nuestras vidas, lo que significa: ¡solo cuando vivimos por fe! Una persona no puede ser feliz hasta que su trabajo, su amor y su vida espiritual estén llenos de aventura.

La mayoría de las personas gastan la energía de sus vidas intentando eliminar el riesgo o reduciéndolo a un tamaño manejable. Nos pendulamos entre aprovechar alguna clase de competencia y rechazar cualquier cosa que no se pueda controlar. Muchas personas abandonan sus sueños porque no están dispuestos a correr el riesgo, porque temen no estar a la altura del desafío, o porque no son conscientes que los deseos en lo profundo del corazón son buenos. El alma de las personas no necesariamente está hecha para controlar las cosas, está hecha para la aventura.

¿Qué harías si tuvieras el permiso para hacer lo que realmente quieres llevar a cabo? No digo el cómo porque eso cortara el deseo. El cómo es potestad de Dios. La pregunta correcta es el qué. ¿Qué hay escrito en tu corazón? ¿Qué te hace vivir? Si tuvieras los recursos para hacer lo que siempre has querido hacer, ¿qué harías? Creo que la vida de una persona se convierte en aventura, cuando suelta el control en las manos de Dios a cambio de recuperar los sueños de su corazón. Pero, para recuperarlos debe alejarse del ruido y la distracción cotidiana, a fin de pasar tiempo con el dueño de su alma.

El mayor obstáculo para el cumplimiento de nuestros sueños es el miedo al misterio, entendido como algo cercano que no se puede comprender o explicar. Lo cual, es un ingrediente de la aventura, es la parte rica y alegre de la realidad, esencial para la aventura. Odiamos el misterio porque queremos tener la seguridad de controlar siempre nuestras circunstancias. Y puesto que, no es asunto de fórmulas matemáticas precisas porque Dios es una persona, no una doctrina; cuando la aventura comienza, nuestros sueños se liberan porque ya no confiamos en fórmulas. Dios es una persona inmensamente creativa y espera que nosotros vivamos eso. Son muchos los ejemplos en las Escrituras: Josué, conquistó una ciudad marchando alrededor y luego gritando. Gedeón, redujo su ejército de treinta y dos mil soldados a solo trecientos, y venció solo con antorchas y cántaros. Jesús sanó a ciegos, siempre de diferentes maneras.

Caros amigos: La única manera de vivir en esta aventura, con todo el peligro, la incertidumbre y lo que esté en juego, es mediante una relación íntima y constante con Dios. El control absoluto de las circunstancias es una ilusión. Es mucho mejor renunciar a ese control a cambio de la oferta divina de compañerismo, dejando a un lado formulas obsoletas para entrar en una relación de pacto con Dios. Ciertamente, tenemos anhelos en nuestros corazones que son el núcleo de quiénes y qué somos; son casi míticos, fantásticos en su significado y despiertan en nosotros algo trascendental y eterno. Pero, podemos equivocarnos en cuanto a cómo vivir esa aventura.

Aun cuando hayamos tomado decisiones que no tienen sentido, tenemos un Dios bueno que espera que yo sea su amigo. La aventura de vivir la vida que Dios tiene preparada, exige todo lo que tenemos. ¡Entrégate! Fuerte abrazo…

Por: Valerio Mejía.

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