Para que la humanidad pueda convivir armónicamente, es indispensable que cada persona posea alta autoestima y óptima salud mental. La génesis de estas dos trascendentales aptitudes o facultades humanas son adquiridas fundamentalmente en los ámbitos familiares y en la educación formal, no formal e informal. Ya que, la convivencia social depende de las relaciones interpersonales, las cuales se fortifican con el respeto mutuo, la solidaridad, la imparcialidad, el sentido de pertenencia, la tolerancia de la diversidad, el establecimiento de regulaciones, pactos de compromisos con la debida observancia de los deberes y derechos humanos, cuyos propósitos son el logro de bienestar colectivo.
A raíz del suicidio de la médica Catalina Gutiérrez Zuluaga (CGZ), que estudiaba especialización de Cirugía General en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, la primera universidad de Colombia en recibir la Acreditación Institucional de Alta Calidad del Consejo Nacional de Acreditación. Esta colega, el pasado domingo 21 de julio, antes de su autoeliminación, a puño escribió: “A todos los residentes gracias, de cada uno me llevo muchas enseñanzas. Siempre los llevaré en mi corazón. ¡Ustedes si pueden! Ánimo CGZ”.
El testimonio de la colega antes de suicidarse provocó intenso impacto emocional en el médico Carlos Jaramillo, que lo incitó a reproducir un video donde relata el horrible matoneo que aguantó pasivamente durante cuatro años mientras se especializaba como cirujano general en la misma universidad donde se inmoló su colega. Video que circula viralmente por las redes sociales, ha puesto en entredicho la reputación, no solo de la Pontificia Universidad Javeriana, sino de todas las universidades colombianas. Por la manera brutal como tratan a los estudiantes de medicina.
Sobre las denuncias tardías del colega Carlos Jaramillo, realidad incontrovertible, que el suscrito en la formación tanto de pregrado como de posgrado en Cirugía General también fui víctima de horrorosos matoneos, afortunadamente un año menos, porque en mi época la especialización de cirugía general se cursaba en tres años. A pesar de la permisibilidad en las facultades de medicina en consentir profesores canallescos, auténticos verdugos durante el aprendizaje de la profesión médica. Totalmente indignos para ser educadores de profesionales universitarios y tampoco de cualquier nivel educativo. Sin embargo, por mi experiencia, considero justo advertir que no todos los profesores son canallas, porque tuve profesores acrisolados, genuinos académicos, paradigmas de imitar por sus discípulos.
Imagino que, tal vez, la doctora Catalina Gutiérrez Zuluaga, no alcanzó a tener la suficiente autoestima, condición que le deteriora la fortaleza espiritual, en consecuencia, no pudo ignorar los acosos de los instructores violentos, situación que le generaba episodios depresivos y ansiedad que, lamentablemente, la indujeron al suicidio. Q.E.P.D. su alma, y a su familia mis sentidas condolencias.
Toda muerte humana duele, más si es prematura y mucho más si es evitable, por ende,
pienso que la muerte de la colega Catalina Gutiérrez Zuluaga, debería ser el precedente para repensar la rehumanización de la profesión médica y de todos los profesionales de la salud, en cuyas formaciones no haya cabida para los verdugos a ultranza de antaño, sino solo profesores de probada conducta. Para lo cual, se requiere el cambio de todo lo que entorpece el desarrollo sostenible de Colombia que, desafortunadamente, siempre ha estado plagada de injusticias.
Por: José Romero Churio.