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La Alianza Pacífico y el Proceso de Paz

Por  Gustavo Cotes Medina

La reciente firma del convenio constitutivo de la Alianza Pacífico y el histórico primer acuerdo entre el Gobierno y la Farc, son pasos ciertos que nos reconcilian con el optimismo y la buena esperanza. En principio, la Alianza Pacífico es muy atractiva porque son cuatro economías que están creciendo con tasas superiores al promedio de Latinoamérica, que atraen mayores inversiones, están generando bienestar y el mayor número de puestos de trabajo calificado y formal.

Así mismo, el acuerdo sobre el primer punto del tema agrario en la agenda de negociaciones, es un paso importante porque se trata del entendimiento en un terreno que está considerado como una de las causas estructurales de esta guerra infame y sin sentido. Se trata de revertir los efectos del conflicto, con equidad, democracia y con transformaciones de fondo de la realidad rural y agraria. 

Este primer acuerdo está centrado en la dignidad del campesino y el pequeño agricultor, en la distribución de la tierra, la lucha contra la pobreza, el estímulo de la producción agropecuaria y la reactivación de la economía del campo. Se busca reconocer a las víctimas del despojo y del desplazamiento forzado, creando mecanismos para solucionar conflictos  y una jurisdicción agraria para proteger los derechos de propiedad.

Se destaca en el acuerdo la importancia de la conformación de un Fondo de Tierras para la Paz, el acceso de los campesinos a territorios rurales, se delimita la frontera agrícola y se protegen las áreas de especial interés ambiental. Además de garantizar la seguridad jurídica del proceso, es necesario continuar los puntos faltantes con mucha prudencia y responsabilidad.

Existen temas por perfeccionar como el tratamiento a los grandes latifundios, el tamaño de las zonas de reserva campesina, los controles a la explotación minera y la inversión extranjera. Se necesitarán cambios estructurales en el Estado colombiano, con participación ciudadana, para poner en operación esta nueva locomotora de nuestra economía en la búsqueda de reducir las brechas y curar las viejas heridas entre la Colombia rural y urbana.

Es un hecho cierto que hay más confianza sobre el proceso de paz en el exterior que en Colombia. La posición actual de las Farc, en acción de retaguardia, produjo un cambio en la estrategia del conflicto que nos deja la sensación de una guerrilla que se desarma, se desmoviliza y se incorpora a la vida democrática. 

¡Tenemos que evitar que el proceso de paz se convierta en un tema partidario porque es una política de Estado que será refrendado por el electorado! No podemos ser desleales y amigos de la mezquindad. Estamos obligados a darle la oportunidad a una paz duradera y estable. 

 

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