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La agricultura (II)

Consecuente con lo que hemos venido exponiendo y en este orden de cosas, es preciso manifestar que la paja de las cosechas puede aprovecharse para alimentar a los animales y su estiércol sirve para fertilizar el suelo.

 

Digamos que la idea de producir alimentos en grandes cantidades y en zonas climáticamente adecuadas nos ha llevado a la degradación progresiva de los suelos especialmente por el uso de fertilizantes y plaguicidas; estos han hecho producir grandes cosechas, pero a la vez han agotado los sistemas. En este sentido, hace falta encontrar de nuevo espacios periurbanos donde poder desarrollar la actividad agrícola, pero ello entra en conflicto con el valor del suelo en estos espacios, la proximidad a las zonas urbanas produce un incremento de valor del suelo cuando éste se puede destinar a la construcción de viviendas.
Hay que rectificar políticas de clasificación de suelos en el nivel municipal: se ahorraría en los costos de transporte y mejoraría la calidad alimentaria de las personas, ya que tendrían acceso a productos más frescos.
La degradación ecológica de nuestro entorno (la erosión de los suelos la contaminación atmosférica, el cambio climático, la radiación ultravioleta, las inundaciones causadas por la deforestación, la disminución de los acuíferos, la pérdida de 75 % de la biodiversidad de semillas de interés agrario, entre otras) y las restricciones agronómicas han generado una serie de problemas ambientales de los cuales la agricultura no se salva. Veamos unos cuantos ejemplos que pueden ayudarnos a entender la gravedad de la cuestión.
(i)Los problemas ambientales han hecho perder 1.5 millones de hectáreas de tierras de regadío. (ii) La proporción de terrenos agrícolas degradados entre 1945 y 1990 en los diferentes continentes es la siguiente: Australia con el 16 %, Europa, 25 %; América del Norte, 26 %; Asia, 38 %; América del Sur, 45 %; África, 65 %, y América Central, 74 %.
Ello ha ocasionado una ralentización del crecimiento de la producción mundial de alimentos. La producción de cereales per cápita va a la baja, así, en 1984, 346 kilos per cápita; en 1990, 336 kilos per cápita; en 1996, 313 kilos per cápita.
Los anteriores datos significan que entre 1984 y 1993 se produjo un descenso de 6 % en la producción mundial de cereales. Vemos, pues, que, al menos desde 1990 la producción de cereales a nivel mundial ha disminuido de manera notoria, después de haberse ampliado el 187 % entre 1950 y 1990.
Los anteriores datos estadísticos fueron tomados del libro la ecología, el ambientalismo y la crisis de la modernidad, escrito por Martí Boada y Víctor M. Toledo.

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