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La adversidad

“¿Por qué he de temer en los días de adversidad, cuando la iniquidad de mis enemigos me rodee?” Salmos 49,5.

Se entiende por adversidad los malos tiempos, el infortunio, la desgracia, todo aquello que nos es contrario, enemigo o desfavorable. La versión NBJ lo expresa así: ¿Por qué he de temer los malos tiempos, cuando me cercan maliciosos los que me hostigan?

Con frecuencia, nuestros enemigos o contrarios, pretenden desanimarnos imponiéndonos sus propias limitaciones; sin saber que las promesas, la visión y las metas, están en nosotros y solamente nosotros podremos comprenderlas y perseguirlas.

Cada vez que estamos a punto de elevarnos a un nuevo nivel, enfrentaremos oposición. Para alcanzar nuestro destino y convertirnos en las personas que Dios quiere que seamos, tendremos que luchar nuevas batallas y vencer nuevos obstáculos. Cuando Dios quiere promocionarnos a un nuevo nivel, nos hace enfrentar con mayores oposiciones; así los enemigos se convierten en los mejores causantes del éxito.

El Rey David, tuvo que vencer el rechazo, todos lo menospreciaron: Su padre, sus hermanos, el profeta Samuel, el Rey Saúl, Goliat mismo; pero de no haber sido por Goliat, a David solamente lo conoceríamos como el pastorcito de Belén, porque el tamaño de la adversidad refleja la promesa del futuro.

Amados amigos lectores, creo sinceramente que hemos sido equipados por Dios para superar los obstáculos. Olvidémonos de lo que no tenemos, concentrémonos en las fortaleces y marchemos hacia delante en pos de las promesas. Tal vez surjan dificultades para ver la interviniente mano de Dios; pero, tras bambalinas, Él estará multiplicando y proveyendo lo que necesitemos.

Los enemigos pueden ser poderosos y las circunstancias agobiantes, pero al igual que David, todo lo que necesitamos en una inquebrantable confianza en Dios y cinco piedras lisas del arroyo.

Enfrentados a la adversidad, podemos sentirnos débiles y notar que no reunimos los requisitos, pero si no actuamos por lo que sentimos sino por lo que sabemos, siempre sabremos que Dios y su Palabra nunca fallan y nos llevarán de gloria en gloria hacia el triunfo y la realización.

Cuando Dios se le apareció a Moisés y le dijo que lo enviaría a Egipto para liberar a los israelitas de la esclavitud, Moisés se sintió débil, intimidado y temeroso; presentó cinco manifestaciones para no ir. Pero en respuesta, Dios le preguntó: “¿Qué tienes en tu mano?”. Moisés tenía una vieja vara, que al tirarla al suelo se convertiría en serpiente y luego otra vez en vara. Pero, ¿acaso no fue la vara de Moisés el instrumento que Dios usó como llave para abrir, escudo para proteger y elemento de sanidad y restauración? ¡Nosotros también tenemos todo lo que necesitamos para vencer!

Juan el Evangelista nos dice que Dios nos tiene en la palma de su mano, debemos saber que los tiempos de adversidad no están designados para derrotarnos, sino para promovernos. Dios evalúa la adversidad no según el tamaño de la persona, sino según el tamaño de nuestro destino.
Recuerda: Si hoy estás enfrentando una adversidad, mantenla en la perspectiva correcta, porque Dios está preparando un ascenso. Enfréntala con fe, sabiendo que Dios tiene el control y puede convertir nuestra tristeza en baile. No son los demás quienes determinan nuestro destino, sino Dios.

Ninguna adversidad nos destruirá sino nos catapultará hacia un nuevo nivel de resultados. Seamos fuertes y valientes, ningún obstáculo podrá retenernos. ¡Todo lo que nuestros enemigos dispongan para dañarnos, Dios lo trocará y utilizará a favor nuestro!

Abrazos y muchas bendiciones…

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