El administrador público de hoy debe ante todo cumplir una rigurosa normatividad, sujeta a un proceso de reconstrucción, que debe estar acompañada de acuerdos esenciales y consensos entre los ciudadanos que integran el ente territorial, llámese nación, departamento, distrito, municipio. Lamentablemente en la actualidad el rol ejercido por presidentes, gobernadores, alcaldes, congresistas, diputados, concejales y ediles, ha sido duramente cuestionado a raíz de las innumerables conductas delictivas en las que estos han incurrido; sobresaliendo la corrupción; por ello la actuación debe cambiar y convertirse en ejemplo de honestidad, entereza y dignidad. No se justifica que buena cantidad de administradores públicos, hayan sido permeados por el flagelo de conductas delictivas, que les ha permitido de la noche a la mañana incrementar su pecunio. De allí, las muchas investigaciones de enriquecimiento ilícito que han sido sometidos integrantes de las distintas ramas del poder público.
Esta innegable realidad nos obliga a construir con urgencia una posición de un nuevo país, ajustado al requerimiento de los futuros administradores públicos. Estos últimos, deben contar como soporte el respaldo de la comunidad, más que de los partidos, desde un principio solidario y métodos constructivos que deben conocer para luego impartir en el desenvolvimiento de las funciones y actividades que les correspondan. Deben estar listos a cumplir.
El administrador público de hoy está obligado a visionar un ordenamiento territorial democrático, equitativo y no ser producto de un sometimiento de caciques políticos, que lo comprometan a cumplir ciertas condiciones, convirtiéndolo en una marioneta. Desde ésta columna, impulsamos y respaldamos las acciones que contribuyan a la defensa y protección de la democracia en el país; invitamos a trabajar en gestiones orientadas a fortalecer el proceso electoral, que vaya desde edil a congresista, pero adoptado a una estrategia integral de cambio. Es hora ya de la reacción positiva; vivimos fracturas profundas sin respuestas contundentes, ni concretas; no sigamos pensando que el presente es producto de un pasado alejado de civilización. Los administradores públicos en busca de la excelencia, van de la mano de la capacitación y formación de un ciudadano en temas relacionados con el desarrollo de ciudad y país; enunciados estos que nos concita a pensar y convocar a la sociedad para debatir sobre las exigencias que den voz a la pluralidad y a la diversidad.
EL buen administrador público debe estar aferrado a un espíritu emprendedor, perseverante e inquebrantable que le permita a sus seguidores y a la comunidad salir de la rutina maligna que han dejado otros. Estos desafíos están planteados en término de cambio que satisfagan las necesidades, que reemplace con acciones la demagogia barata, solo así se nutre la realidad con propuestas diversas y dinámicas que aporten al análisis del desarrollo. La magnitud del desafío a los administradores públicos no es algo mínimo, deben evidenciar el compromiso con metodologías adaptadas a la realidad, seleccionando lo prioritario, que permita robustecer oportunidades de beneficio para toda la comunidad a la que se debe.
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