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La Abstención ¿Indiferencia, rechazo o indolencia?

La participación ciudadana en las elecciones se considera indispensable para que funcione la democracia. No obstante, los procesos electorales no son la esencia ni la garantía, ni lo fundamental de la vida democrática. Hay otras instituciones y otras prácticas mucho más importantes como el reconocimiento del Estado de derecho, el respeto a los Derechos Humanos, la separación de poderes y el derecho a la información veraz, a través de una prensa libre, autónoma, no ligada a otros poderes que la interfieran y la manipulen.

Pero, con todo, las elecciones son una fuente importante de legitimación de los gobiernos, y el sufragio es un mecanismo para influenciar procesos políticos. Los comicios son, a veces, la oportunidad única de relacionarse con la política e incidir en la vida del país. Sin embargo, lo prevalente es la ausencia en las urnas de ciudadanos aptos para votar. Este hecho desvirtúa y cuestiona seriamente la democracia.

En las recientes elecciones presidenciales, la abstención llegó al 60%. ¿Qué clase de ciudadanos somos? ¿Cómo abstenerse de votar?. Nunca el país estuvo tan cerca de la Paz ni tan próximo al desastre total. ¿Es una actitud espontánea, premeditada, casual, deliberada, es indiferencia, rechazo a los partidos políticos, a los candidatos, al sistema mismo?

La cuestión se agrava cuando se sabe que muchos votan a cambio de prebendas, sobornos/chantajes. El voto de opinión es escaso. Como causas del fenómeno pueden mencionarse: Carencia de debate ideológico, campañas negativas cargadas de guerra sucia (escándalos y mentiras) y corrupción galopante; esto desalienta a los electores, genera desconfianza instintiva y escepticismo. Las elecciones no son eventos libres, ni limpios y los ciudadanos del común los perciben como distantes y ajenos Qué más da, votar o no votar!!!
El voto obligatorio podría reducir la compra-venta electoral pero de qué serviría un voto involuntario/forzado? Los factores comunes a países con alta participación electoral tienen que ver con altos niveles educativos, reducidos niveles de pobreza y mínima desigualdad económica.

Colombia está lejos de todo eso.

Los partidos políticos tradicionales, por su parte, colapsaron hace rato, soportan una crisis profunda de representatividad y legitimidad; sus fronteras ideológicas se desdibujaron para dar paso a unas empresas electorales que transformaron el voto en vulgar mercancía de comprar y vender y con base en los resultados logrados se negocia también la administración (“raponeo”, saqueo) de los bienes del Estado. Mientras tanto la sociedad busca canales para representarse a sí misma mediante los movimientos sociales.

Esa es la esperanza.

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