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La absolución de Simón Martínez Ubarnez

No sabía que el profesor Simón Martínez Ubarnez en la extensa lista de títulos que con esfuerzo y rectitud ha obtenido también se encuentra la de compositor y puede alardear de ello con razón, tiene canciones como “Mensaje de amor” interpretada por Calixto Ochoa una de las figuras más grandes de nuestro folclor, me enteré al escucharlo el pasado 6 de junio en un cálido diálogo que sostuvo con la revelación de la filosofía vallenata el doctor Carlos Liñán Pitre en el restaurante Guacaó.

En ese encuentro el profesor Martínez contó parte de su vida, marcada por retos superados que lo han convertido en un libro viviente de obligada consulta para conocer la historia de esta región. Desde Rincón Hondo, corregimiento de Chiriguaná, comenzó a percibir la necesidad de alimentar su mente con la lectura, con la música, la cultura y todo lo que le proporcionara elementos para comprender el mundo.
Después de toda una trayectoria impecable y sin cuestionamientos llegó un momento absurdo tanto para Martínez Ubarnez como para toda una sociedad que nunca sospechó del profesor, del político, del filósofo, del hombre noble y pausado de valiosos foros y conversatorios en los que se le ha visto sentar serenas pero contundentes posiciones.

Ese trago amargo lo probó el profesor por cuenta de una condena de un juez penal por considerarlo responsable de los delitos de peculado por apropiación y falsedad ideológica en documento público por actuaciones desplegadas durante su desempeño como secretario de Gobierno en la Gobernación del Cesar en el año 2008.

La providencia conllevó a una privación de la libertad en la que experimentó el filósofo Simón más que la soledad, el silencio de muchos “amigos” mientras la prensa no sólo la local difundía su foto con el amarillento titular de condenado y a partir de allí una serie de acontecimientos seguramente lastimaban al hombre, pero preparaban al héroe.

Las invitaciones para participar en eventos académicos no cesaron pero el juez no le permitía asistir aplastando las peticiones de Martínez con el demoledor argumento de ser “peligro para la sociedad”, ese lapidario instrumento que los funcionarios judiciales usan en abstracto para los más irrazonables fallos, la condena física la convierten también en una condena mental, algunos jueces hacen del derecho un proceso de reflexión tan insípido sin detenerse en las condiciones de la persona sobre las cuales deben decidir, cada caso es distinto, cada persona es distinta, para lo único que puede representar un peligro Simón Martínez es para la ignorancia.

A pesar de la condena, Simón Martínez Ubarnez nunca dejó de ser inocente y no lo digo por esa convicción personal que todos tenemos al creernos libres de pecados, me refiero a que ninguna persona pensaba que el exsecretario de Gobierno departamental defraudara la confianza que la sociedad le había depositado; esa condena solo estaba en los archivos de un frío juzgado pero no en la cabeza de quienes conocen su vida y obra; jamás fue considerado culpable de nada.

Pero pronto, la certeza ciudadana encontró afinidad con la justicia y la condena de cinco años de prisión fue revocada y Simón Martínez saboreó la absolución, en segunda instancia se determinó que no existió delito alguno; lastimosamente las desgracias tienen una onda expansiva de la que carecen esos instantes reivindicatorios, una condena tiene más reflectores y lleva más tinta que la evidente absolución, pero para esta última solo basta el abrazo de los familiares y amigos que nunca nos sueltan.
Felicidades al profesor Simón Martínez Ubarnez, al doctor Yesid Pérez Angarita, Clara Inés Araujo y Carlos Andrés Hinojosa.

Carlos Andrés Añez Maestre

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