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Kjuma, los colores de la sombra

De la penumbra se dice que entre más oscura la noche es porque se apresta el nuevo amanecer, se desgarra el silencio y de sus entrañas brotan gotas de colores que buscan eternizar los momentos; danzan y se ríen y lloran igual por la ausencia.

Hace un año, un féretro recibió tu cuerpo inerme, dejaste que todo fluyera, no fuiste capaz de oponerte como solías hacerlo en la pubertad de tus años postrimeros. No conociste de verdad tus atributos, la verdadera dimensión de tus lienzos pintados, grande Kjuma, inmensamente grande.

Volaste libre, dejaste la esencia de una tierra que te acogió con amigos que simulaban alegría cuando sus corazones estaban rotos. Lloraban tu ausencia terrenal, sin saber, todos, que estabas acomodándote en un pedacito de la eternidad que fluye en los corazones que sienten tu risa, o tus enojos… las anécdotas brotaron y las carcajadas acompañaron la emancipación de los recuerdos.

Muchas veces te vimos con el lienzo debajo del brazo, haciendo de mercader de la utopía, llevando el mensaje de auroras, o de ocasos, solo tú sabías dibujarlo. Cada quien lo interpretaba a su manera. La Mona, Edith Mendoza, sabe perfectamente esto.

Y vendías las ilusiones, te importaba poco el coste. En cada pieza dejaste tu valor, grande. Esa es la palabra que debe interpretar tu identidad artística y el legado que queda marcado para la historia, la posteridad en la que eres y serás por siempre inmortal.

Un salón frío, un espacio que quizás nunca hubieras escogido para que lloraran tu ausencia, pero los honores y el adiós merecido obligaban a usarlo. Caras largas, silencios impensados y la pregunta que fluía en cada mirada, ¿así hubiese querido el maestro que lo velaran? 

Cuatro cirios que asemejaban la luz de tu camino, fuiste luz de colores intensos que brindaban alegría como tus actos, sin lugar a dudas esa luz tenue nos decía algo, todos los sabíamos y nadie se atrevía a revelarlo. Nadie estaba preparado para decirte adiós y menos de esa forma.

De pronto llegó Baldot, y lanzando puñetazos al bostezo y a la desidia, pintó de colores y música tu despedida; en una mano cargaba un parlante, en la otra una bolsa con pinceles y pinturas.

Y en ese momento comenzamos todos a cantar, a reír, hubo un desfile de artistas que llenaron de colores tu ataúd, era justo y necesario que tu último lienzo, se llevara hasta la tumba y más allá, los colores de tu arte.

Hoy, un año después, nos convoca tu recuerdo, nos anima la esperanza de tus bocetos desde la eternidad, y desde luego que no se puede menos que reunirnos en torno al arte y “Conmemorar el primer aniversario de tu retorno al universo”.

Lida te llevó hasta esa morada en donde habita tu cuerpo, la sepultura, el whisky, las flores y esa frase lacónica pero real: “Tu legado permanecerá por siempre”.

Setenta y ocho años en los que fuiste sembrando mil colores en cada lienzo, hoy se exhiben en casas museos, en galerías personales, pero más allá en el corazón de cada uno de los que, de alguna manera, supiste esculpir tu nombre, tu sonrisa y las travesuras que nunca dejaste de lado, como tu impronta y valía.

Y pinto al óleo el amor, sin pincel y sin paleta, buscando como el poeta, la armonía en el color; métase donde se meta, yo soy el mejor pintor’

Saludos Kjuma, buen lienzo, buen pincel y magníficos colores. Sólo Eso.

Por Eduardo Santos Ortega Vergara

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