Recibe una llamada. Responde. Al otro lado suena una voz que parece hablar francés. Es una broma, piensa. Suena el teléfono nuevamente y la misma voz le habla en el mismo idioma. Le vuelve a colgar. Lo llama por tercera vez el mismo número y contesta la misma voz. Esta vez habla un español con dificultad.
─Señor Khain, lo estamos llamando del Festival de Cannes, su corto ha sido nominado.
Esta vez no creyó que era broma. Se excusó con el interlocutor y le agradeció por la información. El director de la película, Jack Santos, le había contado que la había presentado en varios festivales europeos. La emoción vino a Khain al enterarse que la película en que está basada su cuento está nominada al festival de cine más importante del mundo.
El barranquillero Khain Escaf es, entre otras cosas, escritor. El cuento La Mesa es suyo. Como otros cuentos. Primero los decía, luego los escribió. Le gustaba, cuando niño, decir mentiras. O quizá todavía le gusta. Lo llevaron a un psiquiatra, pero este dijo que no era mitómano sino que estaba creando. Y comenzó a crear textos con sus manos, en una máquina de escribir.
Aún no le he conocido personalmente. Así que no sé qué tantas mentiras me puede estar contando. Si así fuere me las he creído todas. Sobre todo su película. Una mentira de treinta minutos. Una mentira que me creí, como todo aquel que la ha visto. En eso consiste el cine y toda obra de ficción: un pacto entre el creador y el espectador para creer una mentira.
La Mesa primero fue un cuento, luego un guión y ahora es un cortometraje. Primero se proyectó en el Festival Tengo Fe Films, en una ciudad donde poco se ve cine: Valledupar. Luego fue nominada en un lugar donde sí se ve cine: Festival de Cannes. Ahora sus realizadores tienen un contrato con Netflix para producir un largometraje.
La vi por primera vez en aquel Festival Tengo Fe Fimls en Valledupar. Lo primero que me avisan es el género: terror. Mi cara hace una expresión de disgusto. Terror costumbrista, me dicen luego. Y así fue. Una historia popular y fantástica del Caribe colombiano, en Suán (Atlántico) para ser exactos, que habla sobre ese pueblo y la muerte. En el inicio de corto aparece una cita del emperador Julio Cesar: “La muerte es solo el comienzo”.
DE LA REALIDAD AL CUENTO
El comienzo de la película está en un tono documental. Un narrador que cuenta, en inglés y con subtítulos en español, sobre el lugar y el contexto de la historia. Me llama la atención la escala de grises de la imagen, que me sugiere el tiempo en que está ubicada: los años sesenta.
─Eso fue un error porque se dañó el color de la imagen y Jack lo resolvió de esa forma ─me confiesa Khain─. Lo resolvió muy bien.
Estoy de acuerdo. Otro aspecto que me llamó la atención fueron los actores. Los notaba muy naturales. Y sí. Son actores naturales. Me cuenta Khain que el origen de esta historia está basada en uno de los personajes de la película. Una médium que se encarga de llevar a los muertos por el camino indicado.
─Tenía doce años y estaba en el velorio de mi tía y ella es la que se encarga en el pueblo de hacer esas cosas. Ella tiene su show, su teatro y a mí eso me dejó impactado. Luego cuando estaba más grande y uno convierte todos sus demonios me di cuenta que podía escribir esta historia─ me cuenta Khain.
Él es oriundo de esta tierra, Suán de La Trinidad. Dice que eso es otro mundo, que es mágico y que es una tierra llena de personajes e historias maravillosas. Le creo. La historia de otro personaje, el protagonista, podría decirse: Fernandito Castro, también lo es.
─Ese personaje lo saqué de las historias que contaba mi tía─ me cuenta. ─De un tipo que volvió de la muerte y ella le decía que ni el diablo lo quería en el infierno─ me río y Khain se secunda.
DEL CUENTO AL GUIÓN
La calle por donde pasan los muertos es una sola. No se puede pasar por otro lugar, porque según la gente del pueblo se comienzan a morir más personas. Cuando se juega un partido de fútbol en esa calle, se debe suspender y hacerle venia al muerto.
Esta es una de las escenas que está en la película. También está sacada de la realidad, según Khain. Y hay más. Me llamó la atención también la forma de comunicación del pueblo. Hay un megáfono elevado para que alcance a escuchar todo el pueblo y una persona que se encarga de anunciar lo que pasó y pasará en ese lugar.
El guión le guarda fidelidad al cuento. Khain dice que es como si Jack, el director y coguionista, se le hubiese metido en la cabeza, porque justo representa lo que quiere decir. Ellos viajaron a Suán e hicieron una exploración por el pueblo consiguiendo los actores naturales, hablando con la gente y viviendo lo mágico.
DEL GUIÓN A LA PANTALLA
Jack había visto el cuento en Facebook. Ya se habían conocido con Khain en algún evento por cuestiones musicales. Lo llamó y le dijo que le parecía muy bueno y que quería llevarlo a la pantalla. Tres años después se dio el resultado: un corto de media hora.
Antes el escritor lanzó su libro de cuentos: ‘Los fantasmas de Khain’. Jack encontró en ese libro otro texto que le pareció muy interesante: ‘El funeral del mago’. Y, así como ‘La Mesa’, lo quiere llevar a la pantalla. Esta vez le propuso la idea a la productora Netflix y al siguiente día les dieron la buena noticia.
Las manos de Khain han estado en La Mesa de principio a fin. Una historia garciamarquiana que toma relatos propios de los pueblos del Caribe colombiano. He encontrado este corto en uno de estos pueblos: en un festival de cine en Valledupar. He encontrado un corto que, como ya lo había dicho, es una ficción o una mentira de media hora. He encontrado a Khain con una de sus mentiras. Lo he encontrado con las manos en La Mesa. Twitter: @albertomng01
Por Alberto González Martínez.