El pasado 6 de junio de esta anualidad se celebraron las elecciones presidenciales de segunda vuelta en Perú. La pugna electoral estaba protagonizada por dos personajes políticos bastante peculiares que, dicho sea de paso, despiertan amores y odios. Por un lado tenemos a Keiko Fujimori, líder del partido Fuerza Popular, política de vieja data en su país, ha sido congresista, hija del exdictador Alberto Fujimori, presidente de este país durante la década 1990-2000 y quien actualmente se encuentra recluido en una cárcel por cometer delitos de lesa humanidad y corrupción.
Keiko enfrenta un proceso penal y un pedido de 30 años de cárcel por lavado de activos y otros delitos. Se le acusa de haber recibido aportes ilícitos de la constructora brasileña Odebrecht para su campaña presidencial de 2011. Ha sido aspirante a la presidencia, óigase bien, en 3 ocasiones contando esta. En las pasadas justas electorales perdió con Ollanta Humala y Pedro Pablo Puchinsky respectivamente. Después de primera vuelta logró aglutinar a los partidos liberales y de derecha para ganarle a su contrincante. Su electorado se concentró, sobre todo, en ciudades capitales y contó con el apoyo de grandes empresarios y personalidades de Perú. Hasta Mario Vargas Llosa, quien en algún momento posó como un acérrimo contradictor del dictador Fujimori se lanzó al agua con Keiko. La sensación era de un voto contra alguien, no a favor de una idea, ¿premonición?
Por otra parte, encontramos a Pedro Castillo, quien según la Organización Nacional de Procesos Electorales (ONPE) (después de un lentísimo conteo de los tarjetones) certificó oficialmente como el próximo presidente del Perú. Castillo es maestro de escuela primaria y líder sindical, candidato por Perú Libre, un partido político que se define, sin sonrojarse, como una formación partidaria que privilegia las ideas marxista-leninista. Ideas que sabemos fueron la base de lo que hoy conocemos como el fracasado socialismo del siglo XXI. En el año 2002 aspiró a la Alcaldía del municipio de Anguía, pero fracasó en el intento. Un candidato del que no hay mucho que decir desde lo experimental ya que no ha tenido ningún tipo de experiencia en lo público. Sí, aunque algunos no lo puedan creer, entre estas dos opciones se debatió ese domingo el cargo de elección popular más importante de un país presidencialista como Perú.
Pero si ya desde el perfil de los candidatos era confuso avizorar buenas nuevas para este país vecino, fue siendo peor el panorama con el paso de las horas. Al final de los días, cuando hubo finalizado el conteo, Castillo se impuso por menos de un punto porcentual ante Keiko, sí, menos de un punto porcentual, ¡una locura! A este país le espera un futuro con: ausencia de gobernabilidad, un presidente con la mitad de su país en contra, una polarización horrorosa, denuncias de fraude electoral hasta el último día, venganzas por causas personales, ataques indiscriminados entre ambos bandos, etc. El peor escenario en una nación que viene tratando de reconstruir su democracia fracturada.
Pero, ¿es esto para Colombia una premonición? Veremos. Aquí existen dos visiones de país diametralmente opuestas tratando de imponerse a como dé lugar. Y lo malo no es que existan distintas visiones, eso hace parte y enriquece la democracia, el problema radica en el absolutismo que se usa al momento de defender dichos postulados. Lo malo está en esa actitud caudillista que abanderan ambos extremos. Nos han querido vender la idea que hay que votar no por un político sino por un mesías salvador.
Una forma de hacer política que usaron personajes como Donald Trump, Hugo Chávez, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Fidel Castro, entre otros. Líderes populistas y caudillistas por naturaleza, que causaron en su momento una desestabilización política en sus países mientras gobernaron. Esta forma maligna de hacer política que se pretende replicar en Colombia ha deteriorado a los países y a las democracias a lo largo de los tiempos.
En nuestra nación la palabra polarización se usa demasiado; cabe en debates políticos, noticieros, redes sociales, etc., y eso, en gran parte es el resultado de una narrativa política liderada por extremismos que procura atrincherarnos en un lugar u otro según sea la preferencia de quien nos dé el mensaje. Y todo para terminar como terminó Perú, eligiendo entre dos muy malas opciones. En política no todo se resume a blanco y negro, siempre hay matices, es más saludable poner un tema sobre la mesa y conversar, que cada quien dé su punto de vista; trata de no encasillar, el día que metas al otro en una caja ideológica perderás en objetividad y ganarás en prejuicios.
Lo más gratificante de la política es crear consensos para gestionar los problemas existentes. Y eso se logra dialogando, no insultando. Como ciudadanos dueños de una opinión crítica no podemos caer en el juego sucio que se tienen en los dos bandos que a diario se pelean, odian, insultan, difaman y ultrajan. Porque si alguno de los dos bandos gana se gobernará de la misma forma en la que hicieron campaña, si es que en ese ambiente se puede gobernar.
Tratemos de que esto no sea una premonición, y que por el contrario sea una voz de alerta sobre lo que no debemos hacer y sobre a quienes no debemos elegir. Hice todo lo posible por no mencionarlos con nombre propio, pero confío en la astucia de mis lectores, espero hayan entendido el mensaje, después de todo somos nosotros quienes debemos entenderlo, porque somos nosotros quienes votamos.