Es el aforismo jurídico que significa: “Justicia tardía es justicia denegada”, mismo que riñe con el dicho popular que reza: “La justicia cojea, pero llega”. Pues bien, debemos aclarar que una justicia tardía, sencillamente no es justicia porque deja de ser eficaz. Veamos, si un proceso administrativo de reparación directa tarda cinco años en resolverse, pues no podemos hablar de una justicia pronta, cumplida y eficaz, de lo contrario: ¿de qué reparación estamos hablando? Si quien comete un hurto es capturado en flagrancia por la policía y queda en libertad a las dos horas, para ser juzgado tres años más tarde ¿de qué justicia estamos hablando? Si el que cometió un millonario peculado por apropiación es oído y vencido en juicio y su condena no es en un centro carcelario sino en una elegante y confortable Escuela de Caballería del Ejército Nacional ¿de qué justicia estamos hablando? Sirvan los anteriores ejemplos para ilustrar el tema, y poner en tela de juicio nuestro mediocre e ineficiente sistema de justicia, aquejado hoy en día de corrupción al más alto nivel.
Recuerdo que recién graduado de abogado realicé varias licencias judiciales, ejercicio del cual obtuve invaluables enseñanzas, pero no pude ocultar mi desazón cuando me preguntaron, como requisito para ser tenido en cuenta, por mi filiación política (¿?). Más tarde la tozudez de los hechos me demostraron, una y otra vez, que la justicia estaba politizada, sin embargo, la Constitución Política en su artículo 228 expresa: “La Administración de Justicia es función pública. Sus decisiones son independientes…”. Y en mis clases de Derecho me enseñaron la división de los poderes públicos y su independencia, pero en realidad es lo opuesto.
La corrupción también ha llegado a la justicia y nos referimos a las más altas instancias del poder jurisdiccional arrebatándole la poca credibilidad con la que aún contaba. Los vetustos expedientes ruedan por el piso de los juzgados a la espera de una justicia que jamás llegará. Es por ello, que se debe pensar en una reforma a la justicia, donde los términos en los procesos sean tanto para el litigante como para el juez, una justicia eficaz, honesta, oportuna y transparente. ¿Será posible?
Nota de cierre: A propósito de justicia, ¿qué será de la vida del “honorable” exfiscal, Nestor Humberto Martínez Neira? Desde las pasadas elecciones parlamentarias no ha hecho ninguna aparición en público a las que era tan asiduo.
Por: Darío Arregocés Baute/ darioarregoces2308@hotmail.com