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Juntos en Europa 2

Terminó nuestro paso por Alemania y Dinamarca, era hora de regresar a España. Los tíos de mi señora nos dejaron en el aeropuerto, nos despedimos con nostalgia, rogando volvernos a ver, y tomamos el vuelo a Madrid, desde donde hoy les escribo estas letras. La ciudad de nuestros amores, donde nos conocimos con Karla, donde nos enamoramos, la misma ciudad en la que nuestras vidas cambiaron para siempre. Madrid querida, Madrid del alma. Aquella que hemos vuelto a recorrer a pie y en metro, la que nos ofrece la mejor comida del mundo, donde podemos seguir visitando a personas maravillosas que nos han querido desde hace años y que, en más de 10 visitas, han hecho que la espectacularidad del tiempo pasado allí, nos haga regresar. Y así lo hemos hecho, gracias a Dios lo hemos podido hacer.

El año pasado estuve en Madrid 2 veces, pero solo. Ahora, con Karla, hemos caminado por los lugares que nos acogieron desde aquel 2010 en que nos conocimos. Nos hospedamos en el barrio de Chamberí, en la calle Calvo Asensio, cerca al metro Argüelles, aquella estación ubicada en la calle Princesa. Estamos a 15 minutos a pie de la Plaza España, y a 20 minutos de la Gran Vía, Callao, Sol, la Plaza Mayor, nuestros lugares preferidos. Nos falta visitar Madrid Río, creo que Karla lo visitará una vez yo haya regresado a Colombia, porque, como lo oyen, ella se quedará 10 días más en suelo europeo. 

Nos vimos la primera noche con Verónica Díaz y Jaime Soteras, en nuestro pub irlandés de la calle Brasil -muy cerca del glorioso Bernabéu-, donde recordamos la magia de noches vividas allí años atrás. Nos reímos, hablamos sin parar, la nostalgia del tiempo vivido con ellos quedó atrás para darle paso a nuevas conversaciones en las que extrañamos a los no presentes. Amigos de la vida, amigos del alma, ángeles de la guarda que Dios nos puso y a los que debemos mucho. Benditos ellos, sus familias y el resto de la IX Magna promoción de la maestría en Dirección de Centros Educativos que adelantamos en Villanueva.

Juntos fuimos a visitar a Maricarmen, la señora con la que viví en Madrid. Ella me cuidó, me hospedó, algunas veces hasta me alimentó, generosa como pocos y una cocinera como sólo las gallegas saben serlo. El barrio del Pilar, mi barrio querido, nos recibió con un sol radiante, con cielo despejado. Al dejar a Maricarmen fuimos a La Vaguada, el centro comercial donde 14 años antes hacía mi compra cada domingo para desayunar durante la semana. Compramos algunas cositas, entre ellas una baguette, queso manchego, jamón serrano y unas patatas fritas para, al día siguiente, hacer un pícnic en el Parque de El Retiro. ¡Nos lo gozamos! Entramos al parque por la parte de la puerta de Alcalá, comimos, vimos pasar a miles de personas -entre ellas muchas de las que llegaron a Madrid para los conciertos de Taylor Swift-, y caminamos un rato. Dejamos el parque por la puerta que conduce al Museo de El Prado y seguimos nuestro camino hacia la Gran Vía.

Al día siguiente nos fuimos para Moraleja de Enmedio, en tren de cercanías, pueblo hermoso a 30 km de Madrid. No habíamos estado allí pero ahora, nos invitaban a visitarlas las 2 “mamás españolas” de Karla, con quienes vivió en la calle Coslada del barrio Salamanca en Madrid. Pasamos un día maravilloso en compañía de Concha y Luisa, mujeres que nacieron para querer y servir, para cuidar, para hacer de las vidas de los que las hemos rodeado, una mucho mejor. A mí me adoptaron los domingos y allí llegaba puntual, a la 1 p. m., para degustar una deliciosa paella de pollo -por aquello de mi artritis gotosa-, y brindar con un rico vino. Gracias a ambas por hacer parte de nuestras vidas, gracias por ser parte de este cuento.

Como pueden ver esta historia es con Karla, sin ella, ¡nada! 

Este viaje nos ha ayudado a recargar baterías, a volver a agradecerle a Dios por todo lo que tenemos, por nuestra vida, por esta linda historia que un programa de maestría en Madrid cambió para siempre. Gracias Europa, gracias Madrid, aquí estamos felices porque siempre nos sentimos y sentiremos en casa.

Y Colombia: ¡jodida!

Jorge Eduardo Ávila

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