X

Juicio o misericordia

Por: Valerio Mejìa

“Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. San Mateo 5:7

En ocasión del reciente artículo de mi primo Sergio Araújo Castro en la revista digital Kien&ke, titulado ¿Paz sin perdón?, con el cual me identifico, me permito hacer hoy algunas reflexiones acerca del perdón, como tema fundamental del incipiente proceso de paz en nuestra nación.
Creo que el perdón es la clave de la reconciliación nacional, pero también es la base de nuestra bendición personal, puesto que abre nuestros corazones y permite que los ríos de Dios fluyan libremente en nosotros.
Cierto es que son muchos años de dolor y muerte y que las heridas y la destrucción en los corazones y las vidas de las personas minan nuestras energías y nuestros recursos. Cierto es que gastamos todo nuestro arranque simplemente tratando de sobreponernos y de sobrevivir de un día a otro, y que es muy poco o casi nada lo que nos queda para dar a los demás.
Jesús tomó sobre sí mismo en la cruz todo lo que nosotros merecíamos. Cuando nosotros clamamos por justicia, generalmente lo hacemos enraizados en el dolor, la amargura y la venganza, retrocediendo así a un sistema legal que tiene autoridad para exigir justicia y restitución también de nuestros propios errores y pecados; es como darle a nuestro peor enemigo la llave de nuestra casa.
El reino de Dios no consiste en obedecer reglas y normas religiosas, “sino en justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Este gozo es algo que todos debemos disfrutar, viviendo y permaneciendo en el lugar de la misericordia.
El camino de la paz no será fácil, necesitamos la sanidad y la ternura de Dios para sanar tantos años de maldad y de dolor, pero si cada uno de nosotros opta por ella y le apuesta con decisión, es posible que logremos grandes avances. Dios nos está pasando al tablero como nación, nos está llamando como pueblo al lugar del arrepentimiento y del perdón. Los cielos se están abriendo de par en par para que como nación descubramos que la misericordia triunfa sobre el juicio y nos perdonemos y veamos la gracia de Dios fluyendo en individuos, familias, ciudades y en toda la nación.
La elección es clara: Justicia o misericordia. Todos sabemos que será un proceso difícil y que existen muchas heridas, temores y penas que la hacen más difícil. Algunas veces el dolor es tan grande que nos aferramos a nuestra propia herida.
Es tiempo de perdonar. Es tiempo de quitarle esas llaves al verdadero enemigo de Colombia, reconociendo que tenemos asuntos pendientes, deudas y juicios que están profundamente enraizados en dolor y amargura. Necesitamos descubrir las áreas en donde estamos clamando por la justicia o estemos juzgando o condenando y resolverlas a través del perdón.
Retener heridas y juicios vengativos es algo que no nos podemos permitir. El rencor, la amargura y la falta de perdón forman una prisión que nos ha mantenido encerrados, cautivos, perturbados y amargados. Hoy tenemos una salida como nación: ¡El poder maravillo y sanador del perdón!
Es por eso que me atrevo a pedir: Soltemos a todas las personas que nos han hecho daño, sin distingos de si son de derecha o de izquierda, con un fusil o desde un escritorio. A veces, las tragedias de la vida son tan serias y severas que nos cuesta mucho soltarlas; otras veces, las heridas son tan recientes que necesitamos más tiempo para que sanen. Dios quiere hacernos un pueblo libre, feliz y lleno de gozo. No tenemos el tiempo o la energía para mantener reprimidas todas las heridas, iras y temores que las circunstancias y las personas nos han ido imponiendo.
Una de las razones por las cuales el apóstol Pablo tuvo una conversión tan sobresaliente fue porque un hombre llamado Esteban, cuando lo estaban apedreando, entendió este principio y clamó: “… Señor, no les tomes en cuenta este pecado”. Por cuanto Esteban perdonó, no hubo nada atado en los cielos, ninguna entrega de llaves y derechos al enemigo para que él pudiera legalmente retener a ese joven Saulo, después llamado Apóstol a los gentiles.
Debemos quitarles a los enemigos de nuestra patria las llaves del terror y la desolación. Debemos anular su capacidad legal de hacer daño a la siguiente generación de colombianos. Debemos darles un regalo que no se merecen, cuando sin duda hemos sido víctimas de sus pecados, heridos, maltratados y abusados por ellos. Sí, es verdad que existe una deuda no saldada. Sí, es verdad que nos deben. Pero los invito a que les demos un regalo no merecido: ¡Nuestro perdón! Así podemos entrar en la dimensión de la misericordia de Dios y decir: “¡Optamos por la misericordia! ¡Queremos que la misericordia triunfe sobre el juicio! ¡Elijo perdonar! Y recuerda: “Los misericordiosos son los que reciben misericordia”
Oremos juntos: “Padre de misericordia, venimos a ti reconociendo nuestra necesidad, ayúdanos a escoger misericordia en vez de juicio y a dar regalos de perdón a aquellos que nos lastimaron y no lo merecen. Rompo toda cuenta por cobrar y la echo al pie de la cruz. Tu gracia es suficiente para nosotros. Amén”.
Abrazos y muchas bendiciones en Cristo…
valeriomejia@etb.net.co

Categories: Columnista
Valerio_Mejia_Araujo: