La música vallenata es parte fundamental de la identidad cultural, no solo de la región Caribe sino de todo el país. En mayo de 1948, Gabriel García Márquez publicó en El Universal de Cartagena su célebre ‘Punto y aparte’ dedicado al acordeón, uno de los primeros textos que hace referencia a “los juglares del valle del río Cesar”. Por su parte, Antonio Brugés Carmona publicó en el Suplemento Literario de El Tiempo el artículo “Noticia de los últimos juglares” el 19 de marzo de 1950 donde identifica a estos personajes como “antecesores de los troveros de la vieja fabla que paseaban su gloria por palacios y reinos”, y describe algunas de sus principales características.
El vallenato no es de nadie y es de todos porque es cultura popular y es folclor, es producto del ingenio del pueblo y esto es algo sobre lo que nadie discute.
Estas nociones [la de cultura popular y la de folclor] se complementan, se sintetizan y se fundamentan como el saber del pueblo. Como dice el adagio: Vox Populi, Vox Dei.
Llama la atención que la Gobernación del Cesar mediante el Decreto 055 del 23 de marzo de 2023 reconozca a Omar Geles “la dignidad de juglar” de la música vallenata. Aunque el reconocimiento puede ser visto como una muestra de valoración por la tradición y la juglaresca vallenata, es importante tener en cuenta que también podemos interpretar este gesto como una falta de conocimiento o una posición de superioridad respecto a la historia y la cultura popular que rodea a esta música.
Aclaración: Omar Geles es uno de nuestros más grandes acordeoneros y compositores y merece ser exaltado como muestra de gratitud, pero el honor de la juglaría nunca ha sido algo susceptible de distinción por el poder político o económico como una medalla, una insignia o un diploma al mérito. Es más, los juglares medievales eran reconocidos por el pueblo y no por las autoridades o élites y en sus inicios el vallenato no era aceptado en las más altas esferas sociales de Valledupar, bástenos recordar que el Club Valledupar tenía un artículo que prohibía de manera explícita la música de acordeón en su recinto, y también que la iniciativa de organizar la primera versión del Festival de la Leyenda Vallenata fue tomada con ironía, burla y escepticismo por quienes en ese momento creyeron tener la verdad absoluta.
Y es que el vallenato siempre ha sido espontáneo. Así lo explicó Rafael Escalona a Gloria Valencia de Castaño, en una entrevista de finales de 1950, cuando dijo que los acordeoneros y compositores del Magdalena Grande no tenían pretensiones económicas, que las canciones surgían en todas partes y después se regaban como el bostezo, de boca en boca.
Así como no sabemos con certeza cómo llegó el acordeón por estos lares, tampoco sabemos a quien se le ocurrió realizar la analogía entre los juglares medievales y los hombres caribeños que alternaban las labores del campo con la ejecución de ese instrumento. Luis Carlos Ramírez Lascarro ahonda en el tema en su artículo “Los juglares vallenatos” publicado en 2021 y nos deja claro que la juglaresca vallenata es un misterio asociado al reconocimiento del pueblo.
Lo preocupante de distinguir a alguien como juglar vallenato mediante un decreto es que debilita la autenticidad y la espontaneidad de la tradición de la juglaresca vallenata y podría fomentar una cultura de elitismo y nepotismo en esa manifestación poderosa y espontánea que es el vallenato.
Por: Carlos Liñán