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El juego del expresidente Uribe

Cualquier comparación entre antecesores de presidentes de Colombia hasta 2002, deja bien parado al expresidente Uribe. De este modo es posible entender los niveles de popularidad de los pilares de la Confianza Inversionista, la Seguridad Democrática y la Cohesión Social. De los tres pilares, aun retumba la lucha sin cuartel contra las Farc, los restantes están construidos con retórica, no hay evidencias objetivas, y sirven de material para forjar procesos efectivos de adoctrinamiento.

El discurso del expresidente Uribe, conjuga bipolaridad y mitomanía consciente. La seguridad democrática cimenta su argumento en acciones militares, pero su base filosófica y política desdibuja la institucionalidad. Varias situaciones ejemplifican este precepto: lanzar acusaciones sin tener pruebas, modificar la Constitución para beneficio particular, armar alharaca en la previa de elecciones, desprestigiar magistrados de la Corte Suprema de Justicia, poner en duda los fallos de las altas cortes, tratar de Castrochavistas o mamertos a quienes consideren que el fin del conflicto es lo mejor para el país o encender el vecindario enfrentándose con Maduro o Correa.

Un estado jamás debe permitir que los ciudadanos duden de la institucionalidad. El expresidente Uribe hace lo contrario desatendiendo las decisiones judiciales cada vez que alguno de sus colaboradores ha enfrentado investigaciones judiciales. Reiterar la consideración sobre persecución política, procura desvirtuar responsabilidades y actuar como si nada hubiera pasado en asuntos como: chuzadas, falsas desmovilizaciones, falsos positivos, Agro Ingreso Seguro, etc.

Promover búsqueda de asilos a sus colaboradores describe manifestaciones autoritarias y pone en evidencia el menosprecio por los principios e independencia de las instituciones de los poderes públicos.

La mayor incongruencia del expresidente Uribe, está relacionada con su vocación política y la intolerancia con el fin del Conflicto. Considerar que lo hecho en Ralito y la extradición de varios paramilitares es la analogía más cercana a la enseñanza de la última cena y que el proceso de paz desarrollado en La Habana no es más que un sancocho de mentiras o carnaval Castrochavista es una actitud obtusa y embaucadora. No hay duda de la capacidad retórica del expresidente Uribe, sus argumentos falaces son convincentes en quienes no conocen o no quieren distinguir todo lo acaecido en sus ocho años de gobierno, otros se acomodan por beneficios recíprocos.

Cada avance del proceso de paz genera en el expresidente Uribe un tufillo de contrariedad. La justicia es el tema refutado con frecuencia, es un modelo imperfecto comparado con el ejecutado en su gobierno con los paras, al menos eso es lo que nos han pretendido hacer creer. Mezclar justicia con impunidad es un juego de palabras de fácil digestión, de hecho es la explicación que desaprueba el proceso de paz, el Centro Democrático y su mentor no hacen referencia de los otros acuerdos, seguro con razón, son adeudos del expresidente Uribe y sus antecesores.

Fomentar debates entre los gobiernos de Santos y Uribe es un ejercicio improductivo, porque no deja de ser una contienda política que desafecta intereses superiores de la Nación. Tampoco pretendo desestimar los argumentos ni observaciones veraces en torno al proceso de paz, no obstante, intento reiterar que el conflicto es la base política del expresidente Uribe, en ese juego no podemos continuar los colombianos, debemos comprender que nuestra mejor opción es la materialización del fin del conflicto para construir Nación, sociedad y garantizar con el cumplimiento de los fines del estado, que jamás se repitan los hechos vividos durante los últimos 60 años.
@Luchodiaz12

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