Todo el mundo intenta utilizarse para sus propios intereses, desde las potencias hasta el más humilde parroquiano, fenómeno al que no escapan medios tradicionales de información que sucumben a los halagos del poder, respecto a denuncias que hace públicas el New York Time, al alertar acerca de una eventual reaparición de los falsos positivos, episodio que derivó en la cancelación de la columna de Daniel Coronell por parte de la revista Semana, al reprochar que se haya engavetado su investigación y denuncia sobre directrices relacionadas con presuntas ejecuciones extrajudiciales.
Argumentar Estados Unidos, China, Rusia o Irán que le preocupa la suerte del pueblo Venezolano, su bienestar, el respeto de los derechos humanos o el restablecimiento de su democracia es una falacia, cuando el punto de quiebre es que no se satisfagan intereses económicos de una u otras potencias.
Venezuela con la mayor reserva petrolera y riqueza del arco minero de la Orinoquía, resiste la asfixia económica impuesta por Norteamérica.
No pongas tu interés en el dinero, pero pon tu dinero al interés, sería el retruecano perfecto para multiplicar exponencialmente la riqueza, cuyos mayores dividendos ahora se pretenden obtener de la extracción minera en los páramos, como ocurre con Santurbán en los santanderes, donde crecen las movilizaciones y el clamor de rechazo a la explotación del oro, operación estimada en 100 mil millones de dólares, lo que significaría privar del agua a 48 municipios del área metropolitana, sin soslayar la destrucción del corazón acuífero del Cesar con la explotación carbonífera.
Pero rasgarse las vestiduras para dramatizar el infortunio, lo que solían hacer los hebreos hace unos tres mil años, vuelve a ser práctica de nuestros días, especialmente de los que se lamentan por decisiones de la justicia que en lugar de respetar y acatar las controvierten hasta el desprestigio, mar de intereses en el que también reman políticos atraídos por la manipulación de una y otra elección, pero sin detenerse a pensar en la próxima generación, diferencia entre el político y el hombre de Estado que describiera James Clarke.