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Juancho Polo Valencia, el rapsoda campesino

Juancho Polo Valencia nació en el corregimiento de La Candelaria, departamento del Magdalena, el 18 de septiembre de 1918.

En 1990, Diomedes Díaz y Juancho Rois —quizá en su mejor momento— lanzaron el álbum ‘Canta conmigo’ que incluía canciones que se convertirían en verdaderos baluartes del vallenato clásico; algunos títulos para recodar son ‘Palomita volantona’ (Calixto Ochoa), ‘Canta conmigo’ (Hernando Marín), ‘Adiós lunarcito’ (Diomedes Díaz) y ‘Lucero espiritual’ —que la mayoría de la gente piensa que es de Diomedes—, de autoría de Juancho Polo Valencia.


Quizá esta última canción jugó papel importante en la consolidación de este álbum en la historia privilegiada de nuestro folclor. Como ya sabemos, Juancho Polo Valencia fue el que escribió ‘Lucero espiritual’ y no Diomedes Díaz; y no sólo esa canción, sino también otras que son, sin lugar a dudas, verdaderos himnos de la música del Valle de Upar.


Juancho Polo Valencia en realidad se llama Juan Manuel Polo Cervantes y nació en el corregimiento de La Candelaria, departamento del Magdalena, el 18 de septiembre de 1918, poco menos de un año después de la revolución de octubre en Rusia. Compuso una variada gama de canciones en distintos ritmos, a pesar de ser un campesino que estudió poco y que nunca tuvo diploma de bachiller; todo su saber provenía del mundo del campo, de las vicisitudes de la vida en zona tórrida, en medio del viejo Magdalena Grande. Lleva el “Valencia” en su nombre artístico debido a su inclinación por el poeta boyacense Guillermo Valencia (1873-1943), de quien recitaba algunos poemas de memoria.


Por mucho tiempo sus canciones estuvieron solamente grabadas en su memoria. No le importaba siquiera cobrar por amenizar las fiestas del Cesar y Magdalena, donde se hizo famoso rápidamente por su acordeón alegre, lento y particular. Aprendió a tocar el acordeón por cuenta propia, se encerraba por mucho tiempo en su cuarto a darle dedo al aparato que tomaba prestado de su taita; su papá le había enseñado a tocar una flauta de gaita que él mismo le había regalado, pero al joven Juan Manuel lo que le gustaba era el vallenato: el acordeón.

Las canciones de Juancho Polo por mucho tiempo estuvieron solamente grabadas en su memoria. No le importaba siquiera cobrar por amenizar las fiestas del Cesar y Magdalena.

Es hijo del matrimonio entre Juan Polo Meriño y María del Rosario Cervantes; existía mucha confusión sobre su lugar de nacimiento, hasta que su hijo, Sebastián “Chan” Polo (que también es acordeonero) aclaró en una entrevista la ambigüedad: “Mi viejo nació el 18 de septiembre de 1918, en Candelaria, corregimiento del Cerro de San Antonio que llaman Caimán. Pero en Flores de María lo quisieron más que en Candelaria. La estatua que existe en Candelaria se la hicieron unos primos míos; el Gobierno no ha hecho nada. Él aprendió a tocar en el viejo acordeoncito de pistones de mi abuelo”.

PERDIÓ UNA OREJA EN UN PLEITO


Caminó, como todos los músicos de ese tiempo, por la mayoría de los municipios y veredas del Cesar y Magdalena, que para ese entonces estaban cohesionados en un solo departamento (recordemos que el departamento del Cesar nace solamente como división administrativa hasta el 21 de diciembre de 1967).

Desde muy joven se vio envuelto en escaramuzas y problemas con el alcohol. Su hijo Sebastián nos cuenta cómo era un poco su padre: “(…) Cuando estaba bueno y sano era quietecito, no hablaba con nadie, pero cuando tomaba se ponía pesao’. Para pelear y enamorase no se lo ganaba nadie. La plata que ganaba se las gastaba en trago, no tenía que ver con nada; tuvo un rancho en El Copey y [otro] en Santa Rosa de Lima, Magdalena. Perdió un pedazo de oreja en una pelea que tuvo con un negro de Bolívar en una finca cerca de El Retén, Magdalena, donde había tocado mi papá; el tipo quería robarle el acordeón, aunque hay gente que dice que peleaban por una vieja rebuscona. El viejo le encaminó y como vio que perdía la pelea, le pegó un mordisco y le mochó la punta de la oreja”.


El juglar campesino se vio seducido por la lectura y, especialmente por la poesía, como forma bohemia de sobrellevar esa vida rústica que le tocó en su pueblo natal, donde a lomo de mula y burro, hacía sus travesías y soportaba el inclemente paso del tiempo. En muchas de sus letras se ve la clara influencia poética de Guillermo Valencia, donde refleja sus reflexiones sobre la vida, sobre el mundo metafísico y espiritual y el amor; también se sabe que era un asiduo lector de la biblia.


En ese ambiente rudimentario, el pendenciero de Candelaria (como le decían muchos), sacó a relucir todo su talento como rapsoda campesino; gracias a Polo Valencia hoy en día los colombianos bailamos y escuchamos canciones como Vení vení, La prima, Me robaron el sombrero, Lucero espiritual, El pájaro carpintero, El duende, Jesucristo caminando con San Juan y, quizá su más excelsa y sentida composición: Alicia Adorada. Alejandro Durán fue el encargado de hacer conocida esta canción al grabarla antes que el mismo Juancho Polo.

LA MUERTE DE SU ALICIA ADORADA


La historia de ‘Alicia Adorada’ es algo triste. Su idilio con Alicia Cantillo Mendoza empezó condenado. La madre de Alicia, Felicidad Mendoza, no estaba de acuerdo que un músico borrachín, andariego e irresponsable con el licor, fuese el compañero sentimental de su hija. A Juancho Polo le tocó prácticamente robarse a su amada, quien, a lomo de mula, la trajo a Flores de María, donde dos años más tarde, en 1944, quedaría embarazada. Ese embarazo sería la razón de su deceso. Pues, una preeclampsia, la llevaría a la muerte, en medio de un monte lleno de mosquitos y murciélagos que merodeaban un palo de totumo al frente de su vieja casa.


El investigador Luis Daniel Vega nos recuerda que “en 1942, el disipado mozo de rasgos indígenas, desposó a Alicia Cantillo en la parroquia del Cerro de San Antonio, ubicada en el corregimiento de Flores de María, donde fueron a vivir. Dos años más tarde Alicia quedó embarazada. Mientras [Juancho Polo] se batía en una juerga monumental en Pivijay le llegó la noticia de que su esposa yacía enferma, presa de una letal hemorragia. Obligado a emprender el regreso a casa, Juancho Polo llegó a Piñuela donde le avisaron que Alicia necesitaba medicamentos. Se devolvió a Pivijay donde continuó de parranda y no salió del trance etílico sino hasta unos días más tarde cuando, al arribar a Flores de María supo que su musa estaba muerta (…)”.


Algunos dicen que compuso la que podríamos decir, mítica canción, mientras venía a lomo de bestia; otros que la cantó espontáneamente sobre la tumba recién tapada de su adorada Alicia, aún ebrio, lleno de dolor y resignación.


Veamos un poco cómo nos cuenta Ernesto McCausland la historia de Juancho Polo cuando llegó al velorio de su amada:
El pueblo, acostumbrado a la paz de su marginalidad, se había convertido de repente en un hervidero, cuyo sentimiento predominante era el rencor ante el marido irresponsable. Así me lo corroboró Milciades Gamarra, un terrateniente de la zona que era un niño en esos tiempos. Según Milciades, al ver llegar a Valencia sobre un caballo, aún con rastros de la borrachera de tres días, las lugareñas Crucita Gamarra y Digna Barragán le salieron al paso, increpándolo fuertemente:
— ¡Juanchopolo irresponsable, mire lo que ha pasado por culpa suya!
Antes que arrugarse por el reproche, Valencia ripostó con una frase altiva que las dejó a ellas más indignadas aún:
— ¡Doña Crucita, deme una botella de ron pa’que vea lo que traigo!
Lo que traía era Alicia Adorada, la canción que había compuesto en el camino. Valencia guio la bestia directo al cementerio y ante la tumba fresca de Alicia, por primera vez cantó la canción. Eran las cuatro de la tarde.


Varios de los viejos de Flores de María coinciden en el relato de aquel instante. El pueblo entero se volcó silenciosamente sobre aquel cementerio sin gloria, ubicado sobre una pequeña loma, y presenciaron la primera interpretación de Alicia adorada. A Valencia le temblaba la voz, pero cantaba con determinación”.
Como vemos, Ernesto recoge las dos versiones que antes planteábamos, de igual forma nos da algunas luces extras que nos hacen entender como fue el suceso real, corroborado por la infalible fuente de los viejos locales de Flores de María.


Aunque todo eso ocurriría en la década del 40, no fue solo hasta 1968, cuando llegó a la capital del Atlántico, ya errante y con una variada lista de composiciones, que grabó sus primeras canciones en medios fonográficos; “(…) aquel arribo a Barranquilla representó la llegada del juglar al acetato, primero, con Discos Tropical y luego con Producciones Machuca, casas disqueras con las cuales alcanzó a grabar los discos que hoy se le conocen(…)[con] sus primeras grabaciones, Juancho Polo puso el primer pie en la puerta de la popularidad nacional, pues si bien él era ya la muestra viva de que se puede combinar la inspiración de los grandes poetas con la irresponsabilidad total, las únicas personas que disfrutaban del privilegio de escucharlo eran las que participaban en las fiestas y reuniones que él animaba, pero que no alcanzaban a traspasar las fronteras de la Costa Caribe”. Logró sacar algunos elepés y sencillos que no tuvieron éxito notable, precisamente por su llegada tardía a las casas disqueras: pues, anteriormente, Alejandro Durán había logrado grabar algunas de sus canciones, llevándose con él el usufructo inicial y real de las canciones.


Da tristeza pensar en la forma paupérrima en cómo murió Juancho Polo si tenemos en cuenta el gran significado que tiene su legado para el vallenato; y si tenemos en cuenta también lo que representó económicamente para los autores que después interpretarían sus canciones; pues Juancho Polo terminó cantando en las esquinas de un pueblo del Magdalena por un simple trago de ron.

Por: Andrés Cuadro.

Categories: Crónica
Colaboraciones EL PILON: