A Joselina Daza se le nota el paso de los años, también en su hablar pausado se calca el recuerdo de aquel famoso canto que Gilberto Alejandro Durán Díaz, le dedicó a finales de la década del 60 del siglo pasado, donde le pedía se dejara conquistar para que el abecedario del amor tuviera las letras completas.
Ella en medio del relato que traía la añoranza, al nombrarle al acordeonero manifestó: “Alejo Durán estaba enamorado solito porque mi corazón tenía dueño. Alejo tenía sembrado el corazón en Patillal, pero yo miraba para otro lado”, dijo muy seria.
Con ese comentario se creyó que cerraba el ciclo del diálogo, pero sintió que era el instante de contar aquel episodio que se volvió canción. “Nadie hizo el milagro de que yo tomara interés por Alejo Durán, el negro que se las traía, pero yo estaba perdidamente enamorada de Hernán Mejía Castro, con quien tiempo después me casé y tuve un hijo de nombre Hugo Rodolfo Mejía Daza”.
Joselina, quien hace parte de la historia de las más célebres canciones vallenatas, sigue viviendo en Patillal. Ya no camina y sentada llama la atención sobre diferentes aspectos de la vida pueblerina. En la sencilla habitación está la evidencia donde un bastón y un caminador no se usan. Solamente utiliza la silla de ruedas y una normal.
Cuentan sus familiares que algunas veces se queda callada. Medita como si no hubiera nada que decir. En otra ocasión recupera lo perdido y habla mucho, como el día de la visita.
De repente habló fuerte, soltó una sonora carcajada y se quedó callada. Entonces sin pedírselo relató que tenía puesto un vestido rojo porque de tanto ponerse los negros para guardar luto por los muertos, se le habían dañado. “Mejor llevo a los fallecidos en mi corazón y en mis oraciones por su eterno descanso”.
Al terminar su disertación fijó su vista como preguntando ¿qué más?, pero ella se respondió. “Hay una cosa bien cierta, me dolió la muerte de Alejo Durán, quien me regaló una de sus canciones. También diga que el vallenato ahora es diferente a nuestra época, mire cómo me hicieron esa canción y todavía se escucha”.
Se le recordó que el tema también lo grabó con total éxito Diomedes Díaz con Gonzalo ‘El Cocha’ Molina. “Eso fue hermoso escuchar mi nombre en la voz de Diomedes, un monstruo del vallenato. Dígalo así”. Impartió la orden.
El amor imposible de Alejo
En aquel silencio de la mañana en su tierra, exactamente en el barrio La Colmena, se le indagó sobre el comentario del novio ante el piropo cantado de Alejo Durán. Sin pensarlo dijo: “Hernán no se puso celoso con la canción porque él sabía que no lo iba a cambiar por otro. Solamente quedó la historia de un amor imposible con el hombre que conocí en una parranda en casa de Víctor Julio Hinojosa Sierra”.
Al nombrar a Víctor Julio lloró porque era de su alma, único e inolvidable. “Con decirle que todavía lo recuerdo y no me olvido de tanto y tanto que hizo por Patillal, por el folclor vallenato y los músicos de aquel entonces que llegaban a su casa a parrandear. Era un hombre bueno, noble, parrandero y gallero”.
Sin dejar de tomar la palabra entró en detalle sobre la canción y manifestó: “Como joven novelera fui bien elegante a la casa de Víctor Julio para ver tocar a Alejo. Me tiró algunos piropos y hasta prometió hacerme una canción. Me eché a reír y hasta ahí quedó todo”.
Estando animada y con la evidencia en su voz continuó narrando. “Tiempo después cuando estaba estudiando en el Liceo Colombia, de Santa Marta, la profesora Catalina Correa me dijo que había escuchado en la emisora una canción con mi nombre. Entonces, recordé que debía ser de Alejo. Mi sorpresa fue que me gustó, pero no había lugar a nada de nada”.
“ME AGRADÓ LA CANCIÓN”
Una pregunta que no podía faltar afloró en medio de la conversación: ¿Después de grabada la canción habló con Alejo?
Contestó de inmediato: “Claro, hablé con Alejo con todo el respeto y le dije que la canción me había agradado, pero no se me había revuelto nada, y lo que no me gustaba, no me lo comía”. La carcajada no faltó.
La mujer que no sabe de secretos y no tiene pelos en la lengua dejó conocer su admirable generosidad. Claro, que de vez en cuando regalaba palabras de alto calibre ante un inesperado disgusto.
Es la misma que un hombre con su pedazo de acordeón al pecho y con el corazón en la mano, en dos minutos y 50 segundos le dedicó un paseo donde quiso adueñarse de ese encanto con cuerpo de reina. El Rey Vallenato del año 1968, ni con su canto, ni sus palabras la pudo conquistar. Como se dice en el argot musical, peló pito.
Joselina Daza Daza, quien cuenta con 78 años, nació el 21 de diciembre de 1943, retomó aquel tiempo de la historia cantada y expresó: “Alejo llegó cuando yo estaba enamorada y además él tenía fama de mujeriego”. De una remató sus palabras: “Usted verá si lo dice, había muchas evidencias y no quería estar colgando para después caer”.
Esa es la mujer en que Alejo Durán fijó su mirada y no pudo alcanzar nada. La misma que no comió cuento de canción, así le dijera el pretendiente: “En el pueblo de Patillal tengo el corazón sembrado. Oye Joselina Daza porque no me das tu amor” …
Cuando llegó el momento de la despedida Joselina Daza levantó su mano derecha, sonrió y pronunció solamente una frase. “Que yo salga bonita en las fotos y no me olviden porque eso no se hace conmigo”.
Después del adiós se pudo comprobar que a ella el recuerdo de Alejo Durán, el juglar nacido en El Paso, Magdalena, el 9 de febrero de 1919, hace exactamente 103 años, la dejó marcada con aquel canto donde expuso una llamativa declaración de amor plasmada en el marco de un pueblo lleno de melodías que al oírlas provoca cantar.
Por Juan Rincón Vanegas