“Quisiera gritar pero el alma no puede, quiero respirar vida y no he podido, y si Dios se me lleva la voz, tuve el gusto de cantar para ti, mis canciones se partieron en dos, no lo niego también quise morir”.
El aparte transcrito en la parte introductoria corresponde a la canción “Solo tú mi Dios” de la autoría de Dorian Santa, interpretada por Martin Elías con el acordeón de Elías Mendoza, y está en el álbum titulado ‘Con futuro’, que tuvo fecha de lanzamiento en el año 2004.
Vino a mi mente esa canción mientras intentaba infructuosamente encontrar las palabras merecidas para recordar a nuestro amigo, colega y contertulio José Gregorio Rois con motivos de su partida a su encuentro con Dios Padre.
Todavía estamos estremecidos con lo que ha sucedido, resulta increíble que José ya no se encuentra con nosotros, que ha emprendido ya el viaje sin retorno, se fue hace apenas unas horas y ya el silencio se siente porque sus estrepitosas llegadas en la prepolémicas ya son cosas del pasado, parecía un huracán, cuando nos conectábamos antes de iniciar el programa, generalmente lo hacía súbito, acelerado y no había pote, silla o vaso que no sonara, así llegaba cargado de información sobre lo que estaba pasando con la música y los músicos vallenatos en el sur de La Guajira y en Valledupar.
El domingo reciente pasado asistimos a lo impensable, a brindar con nuestra presencia en San Juan del Cesar nuestra solidaridad a la madre, sus hijas y hermanos de José Gregorio y a su dolorosa despedida, difícil entender lo que estábamos presenciando, era evidente la sensación de ausencia que se sentía estando Yayo Torres, el doctor Álvaro Ibarra y yo reunidos sin la presencia de ese buen sanjuanero, quien permanecía inerte frente a nuestros ojos en el ataúd ataviado para alojar sus restos mortales, resignado a la espera de la cristiana sepultura.
Con la desaparición física de Rois Zúñiga su familia, sus amigos, Cardenal Estéreo y el folclor vallenato hemos perdido un ser humano excepcional, cálido, respetuoso, inofensivo, excelente funcionario y muy bien informado, tenía razón su pueblo a estar entristecido, ha partido su defensor permanente, se ha ido el hombre que cada noche con nosotros en La Polémica permanecía vigilante para que a sus coterráneos compositores les respetaran sus derechos y para ponderar las virtudes de los poetas naturales que allí tuvieron su cuna, los que sobreviven y quienes ya no están.
José Gregorio brilló en todo lo que hizo durante su periplo vital con luz propia, contrario a lo que muchos podrían imaginar, nunca utilizaba el prestigio que bien ganado tuvo ni la fama que sigue teniendo Juancho para hacerse escuchar, hacerse respetar y ascender en su truncada trayectoria profesional, y su nombre nunca le quedó grande, por el contrario, así como el Siervo de Dios, predicó con el ejemplo y la buena fe, los buenos modales y los valores de la amistad, la honradez y de la solidaridad eran su carta de navegación y un motivo más para lamentar que Dios lo haya llamado tan pronto de este mundo a su presencia.
Su muerte fue sorpresiva e inevitable, talvez porque entendía que estar vivo exige un esfuerzo mucho mejor que el simple hecho de respirar, que también requiere nuestra disposición de acudir al llamado del Todopoderoso cuando Él nos dice que ha llegado el momento final, que su reinado ya no es de este mundo, que debe comenzar de inmediato su verdadera vida, porque sabemos que la gente buena comparte con el hijo de Dios el camino inescrutable y misterioso de la muerte, pero solo muere cuando se cierran para siempre los ojos de la gente que lo quiere.
La Polémica Vallenata está de luto, nuestro corazón está justificadamente lacerado por la brutal primacía de la realidad, el grupo de amigos contertulios quedó fallo, su vacío es imposible de llenar porque su estilo para decir las cosas y su capacidad para transmitir sus conocimientos se fueron con él.
Reiteramos nuestras condolencias a su señora madre doña Dalia, sus hijas hermanos, familiares, y a toda la Familia Cardenal encabezada por Ismael y Demis, oramos para que Dios les provea a todos el bálsamo del consuelo porque sabemos que la resignación es imposible. José mi hermano, ¡acuérdate de nosotros ahora que estás en tu Santo Reino!
Por Luis Eduardo Acosta Medina