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Jornada única: la nueva educación para Colombia

En Shanghai, Corea, Singapur los niños estudian más de ocho horas diarias mientras que en Colombia lo hacen entre 5 y 6 horas en los colegios oficiales. En las pruebas PISA de 2012, Shangai obtuvo 613 puntos en matemáticas, Singapur 573, Corea 554 y Colombia 376. Un año más de educación en matemáticas corresponde a 41 puntos adicionales en las pruebas PISA. Es decir, la diferencia en los resultados entre Shanghai y Colombia, es como si un niño de Shangai, que tiene 15 años, estudiará cinco años más de matemáticas que un niño colombiano. Más y mejores horas de estudio tienen una correlación directa con la calidad de la educación, y en el caso colombiano, también con la equidad.

En Colombia, en 1965, como una medida temporal para ampliar la cobertura escolar se tomó la decisión de hacer doble jornada en los colegios oficiales. Sin embargo, la temporalidad lleva 50 años y los resultados de una medida anacrónica son notorios. El 80% de los 200 mejores colegios en Colombia tienen jornada única. Esta diferencia en la calidad parece bastante obvia: los estudiantes de jornada única permanecen más tiempo en el aula, lo que les permite fortalecer sus procesos de aprendizaje. Por eso, una de las principales recomendaciones de la OCDE es el desmonte de las dobles y triples jornadas.

Pero ahí no para el asunto. Casi la totalidad de los colegios privados son jornada única, y casi la totalidad de colegios oficiales son doble jornada. Menos de un 10% de los niños y adolescentes tienen acceso a jornadas completas de estudio, lo cual es una muestra evidente de inequidad: si el niño nace en una familia con recursos va a un colegio de ocho o más horas, pero si nace en una familia pobre sólo asiste cinco o seis horas. Por eso la jornada única también es cuestión de equidad. Pasar más tiempo en la escuela trae significativos beneficios de orden social: disminuye el embarazo adolescente y permite que los niños permanezcan más tiempo en un espacio sano y seguro que los protege de riesgos como la criminalidad, el consumo de sustancias psicoactivas y la deserción escolar. También, padres y madres pueden obtener y conservar trabajos estables, con la tranquilidad de que sus hijos se encuentran seguros; esto contribuye a un mejoramiento en el ingreso y la calidad de vida de las familias.

Estamos obligados a tomar acciones contundentes, de tal manera que lo que hoy es el privilegio de unos pocos, se convierta en la realidad de todos los estudiantes en Colombia.
Para alcanzar esta meta debemos fortalecer nuestra planta docente, construir nuevos espacios educativos con los más altos estándares y brindar la alimentación necesaria a todos aquellos estudiantes que por su condición económica lo requieran.

En Valledupar tenemos 3.565 niños y jóvenes de cinco colegios estudiando bajo ese modelo. La inversión en la ciudad asciende a los $1.839 millones. Nuestra meta para el Cesar es que a 2018 por lo menos 133 instituciones se suban al bus de la jornada única beneficiando a más de 29.000 estudiantes.

La cifra a nivel nacional es de 212 colegios oficiales y 133.000 niños en jornada única; esperamos terminar este año con 300.000 estudiantes, y el cuatrienio con 2.4 millones, es decir, el 30% de la población escolar del país. El proceso es gradual. El único país en Latinoamérica que hoy cuenta con jornada única es Chile, que tardó 15 años en el proceso. El trayecto de Colombia tiene que durar menos si de verdad queremos un país en paz, con equidad y el más educado de América Latina en 2025.

Por Gina Parody
*Ministra de Educación.

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