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Joaquín Noches Fontalvo: 96 años de amor

Grandes acontecimientos se suscitaron  en el año 1925, por ejemplo ese año nace Robert F. Kennedy, un hombre influyente en la política norteamericana. Nace también la dama de hierro  Margaret Thatcher; se inventó la televisión digital, presentada por primera vez en Londres. Ese año se inicia la dictadura fascista de Mussolini en Italia. Y muchas más cosas que marcaron la historia del mundo.

Y aquí en nuestro mundo mágico, en este terruño macondiano, nace en Aracataca, Magdalena, la tierra de Gabo,  un hombre  generoso, de un corazón tan inmenso como su propia vida: Joaquín Noches Fontalvo.

No hay nada más sublime que exaltar a los seres que nos dieron la vida, padre y madre; por ley de vida corresponde en esta oportunidad  celebrar a este gran hombre.

Del 25 de septiembre de 1925 hasta hoy, 96 años después, hay muchos motivos para decir que esta historia maravillosa aún se sigue escribiendo con amor, justamente  en la postrimería  de una vida bien vivida, Dios les da a sus hijos la oportunidad de expresarle y reconocerle en vida lo grande de un amor forjado con humildad y sencillez.  Buena educación, buenos ejemplos,  principios y valores que son la mejor herencia que buenos padres dejan a buenos hijos.
La familia Noches Ahumada es  ejemplo para una sociedad que en ocasiones tambalea en la demostración de fe, de pulcritud moral y de rectitud en los principios y valores.

Este domingo 25 de septiembre en la ‘Riveras del Guatapurí’, un sitio campestre ubicado en la vía al rincón con unos anfitriones de lujo: Moisés Rivera Morón, su esposa Pili, y su señora madre doña Mercy Morón, tuve la oportunidad de disfrutar y vivir las delicias de un agasajo que le brindaron a ‘Joaquito’, el eterno esposo de ‘La Nena’ Sofy de Noches Fontalvo.

Francisco Noches y su esposa Teresa Isabel Buelvas,  mis amigos de hace más de 38 años. Junto a mi Mary del alma y mi sobrina Natalia, me invitaron  a ser parte de este gran festejo. Disfruté viendo a cada uno de los hijos presente, desvivirse por atenderle; a los  sobrinos, nietos, a los amigos cercanos, manifestarle su cariño.

Pero  más allá de eso, ver a un hombre apasionado por la lectura, los crucigramas y la cocina; un hombre de temple, con su voz altiva y con una lucidez impresionante, levantando su voz para dar las gracias y expresar a cada uno de sus hijos lo inmenso de su amor.

Nos recreamos viéndolo comer, cantar las canciones de su gusto que esa tarde de ensoñación solicitaba de manera plácida, amante de la poesía, un hombre educado de manera especial en ‘La Normal’, en donde él mismo dice: “Le debo mucho a la Normal, allí me disciplinaron en el hábito de estudio;   aprendíamos para enseñar”. Ha dedicado gran parte de sus 96 años a instruir de manera especial a su familia.

“Viejo, mi querido viejo, ahora ya caminas lento, como perdonando el tiempo. Yo soy tu sangre, mi viejo, soy tu silencio y tu tiempo”, un susurro de amor dedicado de manera especial para él.  Gracias Franco,  tremendo honor el compartir esa fecha especial con tan maravillosa familia y extraordinario ser humano. Sólo Eso.

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Eduardo Santos Ortega Vergara: