El pasado 15 de mayo Colombia recibió una noticia gravísima: la extradición de Jesús Santrich fue negada por la JEP y además este organismo ordenó su libertad inmediata. Hace unos meses escribí sobre la incertidumbre que este caso generaba, especulé sobre su posible solución, que lamentablemente es la que resultó, además anuncié de la imagen negativa que esto deja a la justicia que se aplica a los sometidos a la JEP, pero lo que nunca imaginé, y no es para menos, fue la gran conmoción que esto generaría en la opinión pública, incluso la renuncia de los primeros mandos de la Fiscalía General de la Nación, Néstor Humberto Martínez, María Paulina Riveros, a quienes se les debe valorar su entereza y gallardía al enfrentar este tema de esta manera.
Toda esta ola de indignación al parecer tuvo buenos resultados, ya que Jesús Shantrich duro solo 6 minutos en libertad, gracias a la pertinente intervención de la Fiscalía, organismo legítimamente encargado de llevar este caso, gracias a que contienen pruebas en donde se muestra que el exguerrillero incurrió en el delito de narcotráfico luego de firmado el Acuerdo de Paz, de esta manera la justicia ordinaria es la encargada.
Esta noticia llena de esperanza a todos aquellos quienes desde un principio hemos visto irregularidades en la JEP, como las incongruencias en sus decisiones, la absurda demora en los asuntos sometidos a ella, sin olvidar la postura que toma a favor de los victimarios, todo lo anterior dista bastante de administrar justicia de manera imparcial. Además descansamos, porque denegar una solicitud de extradición por narcotráfico a un país que sin lugar a dudas está interesado en ayudar a Colombia en la lucha contra las drogas puede ser un movimiento peligroso ajeno a la cooperación judicial entre ambos países. En este momento el futuro de la paz y la justicia de nuestro país están en manos de la Fiscalía, que, a diferencia de la JEP, es una institución firme, sin beneficios a criminales y mucho menos impunidad. Para todos los amigos de un país sumido en el narcotráfico, con un grupo particular de delincuentes apoyados por un organismo de justicia, es increíblemente tranquilizador decir ‘esta no es su oportunidad’, aún queda algo de cordura y vergüenza ante las víctimas y toda la comunidad internacional que ha apoyado el proceso de paz. En conclusión, solo puedo decir que probablemente la extradición de Jesús Santrich es casi un hecho, de ser así, Colombia tendría que agradecer a la Fiscalía su lucha por la justicia, el orden y el respeto a todas las víctimas.