Jaine Mora se fue, pero los veedores ahora vivirán más

La muerte de Jaine Mora a sus 84 años, presidiendo la Veeduría de seguimiento a la construcción de la Avenida Metropolitana Valledupar – La Paz, ha causado dolor en sus compañeros, los habitantes de la entrañable tierra de las almojábanas y del Valle y en toda la provincia.

Desde EL PILÓN registramos su última visita al Puente Rafael Escalona verificando, en su despierta senectud, el avance de las obras que adelanta el Invías-Consorcio MP Caribe- Mincivil- Pavimentar.

Su muerte ha sido un duro golpe para la comunidad, que no había salido aún del sentimiento que causó este año el deceso de los hermanos Oñate, Jorge y Gustavo. Extendemos las condolencias también a sus familiares.

Ha sido sí, un estímulo para seguir su bandera en procura de que las obras y servicios públicos se culminen y funcionen como debe ser. Su último sueño se cristalizó cuando el año pasado, como lo recordó el otro veedor público, Evelio Daza, se fue a Bogotá a unas viejas bodegas del Invías a buscar las escrituras y los estudios técnicos perdidos décadas atrás del trazado de la proyectada vía, que reduce a la mitad el tiempo entre las dos municipios del extremo norte del Cesar. “Fue una labor titánica, heroica”, declaró Daza a este diario.

Mora y sus compañeros de veeduría y de gesta, como los Oñate, Edgardo y José María, o los Ivanes, Morón y Zuleta, el propio Evelio, Alvaro José Soto, el erguido Alfonso Araujo Cotes, entre otros, que nos excusarán si no los mencionamos, pero no por ello son menos importantes, sabían que la Veeduría era un claro instrumento ciudadano habilitado en la ley para que las obras no quedaran a ‘medio pelo’, en el letargo de los tiempos infinitos; y la mayor demostración que se podía hacer de ese medio de participación y control una herramienta para levantar de las cenizas, como ave fénix, una obra olvidada por 40 años, como el de la anhelada carretera. El puente construido, en homenaje a Rafael Escalona, que vivió en La Paz, era testimonio de la desidia oficial.

Cuando un grupo de ciudadanos de Valledupar, pero especial y masivamente de La Paz, fueron abriendo trocha hace apenas un par de años al puente, se tomaron las fotos como si hubiese sido una expedición al descubrimiento de un tesoro. Estaban asistiendo al renacimiento. Jaine alcanzó a verlo con sus propios ojos.

Las veedurías son necesarias y fundamentales. Mucho han perdido el Cesar y La Guajira por sus debilidades, la manipulación que les quitó independencia, por no haber conciencia de su importancia y su papel. Es también muestra de desidia ciudadana; que personajes como los que luchan por esta nueva vía, probaron que se puede dejar atrás.

Hubo, excepcionalmente, precedentes importantes: cuando los pacíficos marcharon hasta el lote de lo que sería la sede de la Universidad Nacional, con un resultado hoy tangible. O la Veeduría de la carretera a Pueblo Bello.

“Estamos en mora”, así diremos ahora cuando la comunidad se duerma frente al seguimiento a las obras que les pertenecen. Como las de Codazzi a Cuatro Vientos y a Aguas Blancas, hoy en construcción. Sí, “estamos en mora”, y no olvidaremos a Jaine Alcides Mora Murgas.

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