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Irak y el fin de una guerra mentirosa e impopular

Por: Gustavo Cotes Medina

Un 19 de marzo de 2003, el presidente George Bush ordenó la operación militar llamada la “Libertad Iraquí” para que los Estados Unidos y sus aliados no vivieran a merced de un régimen que amenazaba la paz mundial con armas de destrucción masiva.
El famoso desarrollo de armas nucleares y bilógicas de Saddam Hussein terminó siendo una  gran mentira de la inteligencia norteamericana que se tradujo en la aventura militar más impopular y de mayor crueldad de los Estados Unidos desde la estéril guerra de Vietnam, en las décadas de 1960 y 1970
Lo que Bush declaró como una misión cumplida, dos meses después de iniciado el conflicto, se transformó en el combate de Mesopotamia que apenas comenzaba y se convertiría en un legado sangriento y costoso que dejó marcada para siempre a su administración.
En este fracaso histórico de la aventura militar en Irak, los Estados Unidos pasaron de ser recordados como libertadores a despedirse, con pena y sin gloria, como tristes invasores. Sus aliados británicos, unos 46.000 soldados, se retiraron el 31 de julio de 2009.
La arriada de bandera en el aeropuerto de Bagdad y el abandono del último soldado de Irak, en una ceremonia de perfil bajo, deja un sangriento balance de 4.500 militares norteamericanos abatidos y más de 30.000 sufrieron heridas. De la sociedad iraquí, las víctimas civiles fueron más de 100.000 y las militares, unas 20.000.
El costo total de esta estólida aventura llegará a un billón de dólares, con precarios resultados: cayó la dictadura de Hussein, pero se disparó la violencia en manos de insurgentes de origen religioso. La sociedad de Irak sigue dividida entre chiíes, kurdos y suníes que no se ponen de acuerdo en la administración de la riqueza petrolera y el sistema de justicia.
Hoy, en medio de oleadas de protestas en el mundo árabe por una mayor democracia, los Estados Unidos abandonan a su suerte a Irak, su primer “programa piloto”. Es un fracaso histórico anunciado. Obama, que siempre rechazó esta guerra, se retira con un suspiro de alivio, le pone fin a casi una década de presencia militar y concentra sus esfuerzos en un  frente abierto de otra guerra heredada: Afganistán.
Tanto a corto como a largo plazo la retirada de las fuerzas de los Estados Unidos va a tener repercusiones negativas porque salen del país sin dejar una cobertura aérea que proteja el cielo de Irak, con unas débiles instituciones de inteligencia y con una apreciable pobreza de los equipamientos en los cuerpos de seguridad.
De acuerdo con el pacto firmado en diciembre de 2008 entre Washington y Bagdad, el pasado 18 de diciembre de 2011 se marcharon de Irak, en dirección a Kuwait, los últimos soldados de los Estados Unidos, pero un pequeño grupo de 157 entre de militares y marines, permanecerán en Irak para protección de la embajada estadounidense. En forma paralela, la OTAN terminó oficialmente su misión en ese país, iniciada en 2004.
Después de nueve años y en medio de la alegría general, los soldados  vuelven en época de Navidad a su verdadero hogar signados por la incertidumbre de lo que implica vivir con las secuelas de una guerra absurda que pocos consideran ganada. Además, no queda claro qué se logró.
En palabras de Obama: “No es suficiente honrar a nuestros héroes con palabras, tenemos que hacerlo también con hechos”. No es por dramatismo, pero los diagnósticos de enfermedades mentales, los suicidios, sobredosis de drogas, accidentes de tránsito y otras conductas de riesgos, estarán presentes en los veteranos de guerra como indignantes trofeos de una acción cercana a lo demencial que imagino no dejarán dormir tranquilos al presidente Bush y a sus aliados británicos.
gustavocotesm@hotmail.com

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