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Intolerancia e irrespeto: camino al caos

En Colombia existe una situación priorizada con carácter de urgencia, referente al clima sociopolítico que agobia la sana convivencia; nos referimos a factores que alimentan un panorama tenebroso, que causa pánico, el cual funciona con más falencias que aciertos; entre estos se destacan la beligerancia, la anarquía, e intolerancia social que degradan los cimientos éticos de la sociedad, que de un momento a otro nos convierte en barbaros. Nos hemos precipitado en lo más bajo de los principios morales, afectaciones que se materializan en la conducta desde la niñez en la familia y claustros educativos.

Así como hay palabras que consolidan amor y tolerancia, también existen términos funestos que denigran las bases del orden social y rayan muchas veces en la violencia.  De aquí surge el libertinaje o el desbordamiento de los valores.  La anterior contextualización nos ubica en una pos – modernidad distorsionada que causa incertidumbre y desazón, un ejemplo patético lo constituyen las manifestaciones salidas de tono por parte de determinados grupos de la sociedad, donde los antivalores son apreciados como una joya.

Es fundamental desarraigar defectos propios del ser humano, tales como el odio, la ira, la codicia, envidia, egoísmo… que no son más que manifestaciones absurdas que truncan la esperanza y siembran miedo. Preguntamos ¿A quién corresponde aplicar estos principios éticos y de moralidad? A todos. Es fundamental, urgente y prioritario dejar capacidad instalada en la comunidad de hoy, para que en el futuro tengamos una sociedad merecedora de principios éticos, responsabilidad moral y cumplimiento social.  La idea en este escenario es que padres, docentes y mayores, puedan transmitir a los jóvenes experiencias de vidas aprendidas y aterrizar sus principios y moralejas en sus propias necesidades.  Esto, podríamos decir, es un proceso de aprendizaje, experimentación y adopción, que demanda un compromiso serio con la determinación de la verdad.  No hagamos apología de conductas violentas que en vez de fortalecer el camino de la tolerancia, nos llevan al caos y la incertidumbre.

Estos son ejemplos que van al corazón de la motivación; la mejor enseñanza en este sentido es la que se da a conocer a través del ejemplo, para que se convierta en una fuerza que nos una, sólida y permanente y lo más importante que esté integrada de manera activa y significativa a nuestro manual de convivencia.  Esas enseñanzas puestas al servicio de la sociedad de hoy, edifican el conglomerado social.

Un factor que perturba el sano desarrollo en el país, lo constituye el ineficiente y pésimo actuar de la justicia, donde se dirigen y dilatan decisiones.  Necesitamos lo más pronto posible delinear con precisión los múltiples problemas de intolerancia que destruyen la sana convivencia.  Bajo este entendido,  es menester robustecer diálogos fructíferos que allanen dichos actos desde sus inicios. Así mismo renovar compromisos con intensidad en temas de disciplina y autoridad para marchar por la ruta que se elija, pero ya, en el presente, de lo contrario vamos directo al precipicio.

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Jairo Franco Salas: