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Interés por la persona

Por Rodrigo López Barros

Se teoriza y dice bastante, y se divulga hasta frenéticamente, en los ámbitos de la sociedad civil de los gobiernos democráticos y aún por parte de los gobiernos opresores(lo que es contradictorio), acerca de la “Dignidad Humana”, de los “Derechos del Hombre”, y particularmente de “Los Derechos Fundamentales”.

La necesidad de ese énfasis, contemporáneo, tal vez tenga su origen en el hecho de que en el pasado remoto el respeto por tales derechos, carecía de sentido (pues la humanidad estaba en pañales); en el pasado próximo (periodos de las dos guerras mundiales), su violación fue abismal, y en la actualidad, su aclimatación todavía es difícil.

Su predicación por parte de los hombres más bien ha sido de dientes para afuera y no siemprepracticados. Además, porque la afirmación de tales derechos debe ser correspondida con sus correlativos deberes y obligaciones, sin cuya simetría en vano se proclaman aquéllos.

¿Cuál es la génesis de ese interés y de esa necesidad?. Con sencillez podemos responder que ella se radica en la natural antropología de la persona, y su mayor y mejor conocimiento de sí.

La inteligencia del hombre es capaz de indagar y deducir que es propio del ser persona: la libertad, la democracia, la solidaridad, la justicia, la igualdad de oportunidades.

Ahora, ¿tienen todos estos valores un soporte doctrinal o es algo sólo de conveniencia práctica? Podemos decir que ambas cosas son complementarias.

Este ha sido un tema del que se ha ocupado la cultura filosófica, desde la antigüedad griega y existe una corriente de pensamiento, la que aproximadamente data desde el comienzo del segundo cuarto del siglo XX, que como ninguna otra nos ha facilitado la comprensión de la dignidad de la persona humana, sujeto y objeto de los derechos humanos, denominada personalismo.

Precisamente esta es la filosofía que se encuentra en los cimientos de la “Declaración de los Derechos Humanos”, proclamada por la ONU, y está presente, por supuesto, en los documentos del Concilio Vaticano II, y que justamente a la sazón la observamos practicada cotidianamente por el Papá Francisco, estimado multitudinariamente, por ejemplo en el actual Encuentro Internacional de la Juventud en la República del Brasil, en su acercamiento personal a todas las personas (aún por encima de cualesquiera circunstancias), que, indiscriminadamente, como hijos de Dios y ciudadanos del mundo tienen derecho a ser atendidos en todas sus necesidades, y servidos solícitamente, que es la esencia de los derechos del hombre, en cuyo favor se constituyen las instituciones a su servicio, públicas y privadas,  y no al revés.

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