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Integración de los Cotes en Valledupar 

El próximo domingo 13 de octubre habrá en Valledupar una integración de los Cotes, seguramente será un encuentro muy familiar de todos los que llevamos el apellido Cotes.

Los organizadores del evento han incluido varias actividades y han confirmado su presencia muchas familias del Cesar, La Guajira, Magdalena, Atlántico y otros departamentos del país. Los organizadores esperan la presencia de más de 300 miembros de los Cotes.      

Seguramente se contarán muchas anécdotas familiares. Hoy me adelanto y les repito una historia que me contó mi papá Aquilino Alejandro Cotes Calderón quien nació y se crio en Manaure, hijo de Alejandro Cotes Oñate y Cleofe Calderón Márquez. 

Mi papá murió a sus 95 años, en Valledupar (1921 –  2016). Contó que una vez, cuando joven, ocurrió un hecho en Manaure, que pudo desencadenar una tragedia familiar, con José Orozco Orozco, un agricultor guajiro quien llegó a Manaure orientado por su primo Enrique Orozco, con sus hermanos “Guille”, Beltrán, Isabel y Genoveva.

José Orozco hizo una finca. Lo conocían en la región como “un hombre peleonero y respondón, no era muy amigable, siempre andaba con un revólver calibre 38 en la pretina”, cuentan en Manaure. 

Un domingo, (mi abuelo) Alejandro Cotes salió a buscar leña cerca del río. Iba en un burro que le había comprado a Rudecindo Daza, quien años después se convirtió en su yerno porque se casó con su hija Rosa Dolores ‘La Tota’. Rudecindo fue un personaje en la vida de Poncho Cotes y compadre “carnal” de Emiliano Zuleta Baquero. Estuvo presente aquella noche con Emiliano, Juan Manuel Muegues, Escalona, mi papá y Poncho Cotes, cuando en la madrugada Emiliano Zuleta cantó ese famoso verso, de reproche, en la ventana de Cleofe Calderón: “Niña Cleofe Calderón / así no se mata al cliente / porque donde la niña Pacha / venden el Andino a 20”. Andino era una botella de ron. 

A mi abuelo Alejandro siempre le gustó tener un buen burro, de buen paso. Eran apenas las 5 de la mañana, sábado, un día que presagiaba lluvia en las sabanas. 

Esa mañana no quiso salir a buscar leña a la ‘Punta del Cielo’, porque en días de invierno el camino era muy denso y no quería tener perturbaciones con su nuevo burro ni mucho menos con su perro que iba a las patas del burro. ‘Nerón’ era un perro cazador, era un regalo preciado que le había hecho ‘El Cachaco’ Araque.

En la vía se encontró con José Orozco quien iba montado en un caballo. Se saludaron, pero el perro ladró al caballo y en seguida Orozco sacó su revólver y lo mató de un tiro. El perro quedó tendido en los pies de Alejandro Cotes.

Días después se reunieron varios hijos de mi abuelo Alejandro y decidieron “vengarse” por la muerte del perro y por la humillación.

 Sin embargo, ninguno de los hermanos (7) se comprometió en hacerlo. Decidieron que lo hiciera Rogelio Pretel, quien era como un hermano para ellos. Pretel para la época arreglaba y tenía armas de fuego.

Le expusieron el caso y él se comprometió en hacerlo. Sin embargo, el asunto no prosperó porque Pretel se enfermó, pasaron los meses y el asunto se fue olvidando, hasta el punto que Beltrán Orozco, hermano de José, se enamoró de Carmen una de las hijas de Alejandro y se casaron.

Todo se fue olvidando y los “enemigos” se volvieron familia. Al final todo se solucionó con una parranda hecha donde ‘Tía Chayo’ en la que participaron Rafael Escalona, Poncho Cotes, Carlos Araque, Emiliano Zuleta, Simón y Toño Salas. Hasta la próxima semana.

Por: Aquilino Cotes Zuleta.

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