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Insomnio y vejez

Y la noche era lenta. Siempre he pensado que debemos alegrarnos cuando sentimos los días y las noches más lentas que de costumbre, porque supuestamente es más larga la vida. Sin embargo, una noche en la que el insomnio se convierte en un síntoma de que se está entrando a la vejez, ya no resulta tan gracioso el juego con el tiempo.

La una de la madrugada, se terminó el libro que ataqué a esa hora para atraer el adormecimiento, pero apasiona la lectura y la sensación es más vívida, sueño no hay.

Salto de la cama, salgo del dormitorio y me planto frente al ventanal del estudio: la ciudad no duerme del todo: una música lejana deja escuchar la voz de Diomedes lamentándose porque ya tiene una cana; una ambulancia suelta sus sonidos angustiantes a lo largo de la calle, un rumor como de un enjambre de abejas, que va y viene, al parecer es la suma de ronquidos del retazo de ciudad que logra dormir; luces mortecinas de color anaranjado hacen círculos en el pavimento, el letrero del restaurante del frente cansa con su titilar impenitente, se desgasta solitario; de pronto ataca el recuerdo del prestigioso vallenato que es velado a esa hora y al que se le brindan discursos , lágrimas y tristezas.

Busco noticias en la web: ya es domingo y en Hong Kong hay una línea delgada entre la tragedia o un arreglo definitivo; miles de estudiantes armados con paraguas, exigen sus derechos; llega el recuerdo de Tiananmen, Dios los salve de que se repita la historia; otro decapitado por la barbarie del grupo extremista del Medio Oriente, pienso en su familia; narración de la tragedia en el Amazonas; el fiscal propone cerrar los procesos de los guerrilleros que ‘buscan la paz’; más desastres, más guerras, más violencia; el astrofísico Stephen Hawking dice que el mundo no fue creado, que Dios no existe.

Ya la aurora amodorrada, frotándose los ojos, comienza a filtrarse por la ventana. Una noche en vela, ¿será un aviso de que la vejez está en pleno furor? Mis mayores se quejaban siempre de que casi no dormían por las noches, madrugaban a tomar café, a otear el cielo y a contar estrellas. Yo no tengo estrellas para contar, la luz de la ciudad las opaca.

Curiosamente esta soledad nocturna no angustia, todo lo contrario, produce una placidez que ya quisiera para el día, que siempre llega con una carga de problemas pequeñitos o grandes. Sigo leyendo las noticias; más de lo mismo, pobre mundo tan zaherido, tan vapuleado.

Desde hoy me uno a los insomnes, vamos a disfrutar las noches sin angustias, escribamos, leamos, tomen café los que quieran aunque eso disque les aumenta el insomnio y no pensemos en el miedo a la vejez, ya la estamos viviendo y no pasa nada.

NOTICA: El error de enumerar, caí en él, en una desafortunada entrevista, y se quedaron sin mencionar entrañables amigos columnistas. Les pido perdón por ello, aunque una mención no supera el afecto que les tengo.

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Mary_Daza_Orozco: