Por Aquilino Cotes Zuleta
El lunes anterior en horas de la mañana una pareja vallenata salió de su casa a hacer varias diligencias en varios sitios de Valledupar. En la agenda estaba una reunión en un colegio.
Los esposos residenciados en el barrio Doce de Octubre salieron con entusiasmo en una camioneta, color negro. Antes, el esposo revisó su carro para percatarse que todo estaba bien. Inclusive, la noche anterior lavó su auto y lo brilló con un aditivo especial que le había regalado un vecino.
Se recuerda que la pareja hasta había planeado llevar a dos de sus hijas al colegio, una de 12 años y otra de 4. Pero, las niñas estaban dormidas y decidieron no despertarlas, era muy temprano (7 de la mañana del lunes 29 de enero). En casa también se quedaron sus otros tres hijos.
En la agenda estaba primero asistir a una reunión de padres de familia al colegio Colombo Inglés, en el barrio San Joaquín de Valledupar. Allí estudian tres de sus hijos, las niñas y otro menor. La niña de 12 años y la de 4 tienen el mismo nombre: María. A la menor de 4 le dicen “Isa”, un apelativo que le impuso uno de sus vecinos.
“Isa” es una niña alegre, extrovertida, muy lúcida y respetuosa, aunque a veces rebelde que podría ser por su temprana edad muy característica de su edad.
Es una niña feliz, alegre, expresa sus emociones de manera adecuada, al fin niña, muy social y le gusta un chocolate, una rosquita de yuca y una limonada bien fría.
Ella es la alegría de la casa. Ella se ha convertido en el centro de atención del hogar, en una familia donde la humildad es el fuerte de todos.
Los esposos llegaron a las 7 de la mañana al colegio, pero no encontraron dónde parquear su carro. Lo dejaron muy cerca del colegio, en una media calle en donde estaban otros cinco vehículos. El sitio parecía seguro.
Una hora después –aproximadamente- salieron de la reunión y al regresar ya no estaban los otros carros y el de ellos tenía un vidrio roto.
Un delincuente terrorista (así los llamo yo) rompió uno de los vidrios traseros para robarse lo que estaba en el interior del auto. Se apoderó de una mochila wayú color beige con la imagen de la Virgen de Guadalupe de propiedad de la esposa, en donde portaba todos sus documentos. Además $300 mil que había ahorrado para matrícula y demás menesteres. La pareja pegó el grito al cielo, pidieron auxilio, pero el atroz hecho ya estaba consumado.
La agenda de la pareja cambió. Los planes de este día se truncaron porque de allí partieron a poner la denuncia y hacer los trámites de los nuevos documentos. Horas después se dieron cuenta que el delincuente terrorista trató de usar una tarjeta de crédito.
La pareja regresó a casa desalentada y consternada. Echaron el cuento a sus hijos y entonces se le prendió la chispa a “Isa” y preguntó en su media lengua infantil “¿Y mi bolso?”. “¿Cuál bolso?”, preguntó el papá.
El delincuente terrorista también se robó un bolso color rosado que estaba en la silla trasera del carro. La noche anterior, “Isa” lo había dejado allí.
Tenía en el bolso dos celulares dañados y viejos, varios controles inservibles, uno labiales para niña, pulsos de fantasía, collarcitos, tapas, un calderito y una olla pequeña, juguetes propios de una niña.
Isa llora hoy desconsoladamente por sus juguetes. Está muy triste, porque un vulgar delincuente terrorista le rompió su felicidad, su alegría y engreimiento por sus juguetes. Hasta la próxima semana. tiochiro@hotmail.com @tiochiro.