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Inquietudes y reflexiones sobre la crisis de Interbolsa

Uno de las entidades más importantes en la estructura del Estado colombiano, por su influencia en la vida de los ciudadanos, son, sin lugar a dudas, las superintendencias. Estas hacen parte de la rama ejecutiva, jerárquicamente dependen de la misma Presidencia, y tienen, como su nombre lo indica, la función de supervisar, vigilar, controlar y sancionar a determinadas instituciones y agentes económicos.
Sin embargo, en los últimos años, por la misma realidad económica y social, por el rezago de las instituciones y de las normas, los colombianos han visto una serie de escándalos que ponen en evidencia la falta de efectividad de estas organizaciones.
Para citar sólo algunos casos: está el del Grupo Nule, un conglomerado de unos jóvenes ejecutivos costeños que de la noche a la mañana se convirtieron en uno de los principales contratistas de obras públicas en el país, con un poder económico y político que era, a todas luces, sospechoso. Nos preguntamos, cuando eso ocurrió ¿Dónde estaba la Superintendencia de Sociedades?.
Igual cosa ha sucedido, guardadas las proporciones, con el tema de la salud. Es grande la cantidad de información que las EPS y las IPS envían periódicamente a la Superintendencia Nacional de Salud; sin embargo, el sector presenta una crisis financiera y administrativa, inclusive con mucha corrupción también, ahí está el caso de Saludcoop y el señor Palacino, y se pregunta el ciudadano común y corriente, ¿Dónde estaba la Supersalud?.
Y ahora, cuando aún sigue el proceso de liquidación de los afectados por la famosa DMG, entre otras pirámides que asaltaron la buena fe y se aprovecharon de la ingenuidad de los colombianos, surge ahora el tema de la comisionista de bolsa Interbolsa.
¿Cómo es posible, nos preguntamos, que una empresa (Interbolsa)  que manejaba casi el 30 por ciento del mercado de valores (acciones de las empresas), y más de un billón seiscientos mil millones de pesos de deuda pública, cuyos ejecutivos posaban como genios de las finanzas y la banca, hubieran hecho todo lo que hicieron especulando con acciones de empresas en quiebra, mezclando el ahorro de la gente con los recursos propios, etc; y la Superintendencia Financiera donde estaba?. ¿Cuándo llegó?.
Aunque luego de conocida la situación, quizás cuando ya era tarde, se actuó con rapidez, son múltiples las inquietudes que le quedan al país sobre la actuación de la Superintendencia Financiera, en este caso. ¿Cuándo supo la Superfinanciera lo que estaba pasando, si ahora se ha venido a saber que ese era un chisme en el sector de la bolsa y el mercado de valores?.
¿Pueden y hasta donde, los ciudadanos comunes y corrientes y las empresas medianas y pequeñas de este país confiar en el mercado público de valores. ¿Quién les garantiza que no hay otras empresas y ejecutivos comisionistas de bolsa haciendo lo mismo, o quizás peor, que lo que hicieron los de Interbolsa?. El tema es delicado; estamos hablando del ahorro del público y la Constitución establece que es responsabilidad el mismo Presidente de la República velar por el adecuado y pulcro manejo del ahorro de la gente y del funcionamiento del sistema financiero y del mercado de valores.
Más allá de restablecer la tranquilidad en el mercado, se requiere que el Estado, los funcionarios públicos responsables, principalmente el Superfinanciero y también el Ministro de Hacienda, le den al país las explicaciones completas del caso y logren recuperar la confianza del público en el sistema. Con lo sucedido se le ha hecho un grave daño a la confianza del público en el mercado de valores, que – a pesar de ser pequeño- ya maneja sumas de cien mil y hasta de trescientos mil millones de pesos por día.
Es hora de que el Congreso de la República revise las normas de la regulación financiera y la supervisión a los bancos y también al mercado de valores. Pero también las que regulan las tareas de las otras superintendencias que pasan por una verdadera crisis de credibilidad por su falta de resultados y lo alejado que están del ciudadano común y corriente que, en últimas el que sufre y paga los platos rotos por las fallas de estas instituciones.

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