En su libro titulado “Cuando los votantes pierden la paciencia”, el economista español Rafael Pampillón afirma que: “Los cambios de Gobierno se deben más a errores de anteriores gobernantes que a méritos de los vencedores. Las propuestas de los vencedores por muy novedosas que sean no suelen ser la causa de la victoria”. Esto, ciertamente, es una realidad en la historia reciente de América Latina.
Durante la década de 2000, Latinoamérica comenzó un proceso político pendular acompañado con una fuerte narrativa ideológica. La ideologización del pensamiento entre la izquierda y la derecha, propició el desaprovechamiento del aumento del precio de los ‘commodities’. Asimismo, el rumbo que imponía China como una economía de mercado en 2001 y el crecimiento de los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático.
El debate ideológico de America Latina, hasta la fecha representa un legado de abundante infertilidad. Las perspectivas socioeconómicas de la región son caracterizadas por el bajo dinamismo del crecimiento económico y comercio global, inflación, altas tasas de interés, altos costos de financiamiento, limitaciones de la política fiscal y monetaria, deuda pública elevada, entre otros.
Aunque ha habido mejora de indicadores de pobreza y desigualdad económica luego de la crisis de coronavirus, con una caída en las tasas de pobreza en 3,6 puntos porcentuales entre 2021 y 2022, aún hoy Latinoamérica cuenta con un 29 % de personas bajo la línea de la pobreza y aproximadamente un 11,2% debajo de la línea de pobreza extrema.
Este contexto socioeconómico y político nos debe llevar a reflexionar sobre cómo debemos encarar la problemática económica de la región y su inserción internacional. O bien, seguir hurgando en una infructuosa disputa izquierda-derecha, que solo fomenta la demagogia, impide el avance institucional, económico y social, o mejor comenzar a entender los escollos como la incapacidad de realizar políticas multipartidistas, de largo plazo, lo que en la jerga se conoce como políticas de Estado.
La construcción de políticas multipartidistas o la visión de largo plazo, concibe el estribillo de un éxito musical, pero en materia de teoría política traición intelectual. Por ejemplo, en Colombia, los partidos políticos actúan desintegrados de la sociedad civil. Esa condición personifica el legado del bipartidismo y del Frente Nacional en la cultura política colombiana, porque engendró nuevos conflictos debido a la exclusión de distintos y nuevos actores y movimientos sociales
America Latina, comparte las bondades relatadas en la Carta de Jamaica, escrita por el Libertador Simón Bolívar en 1815. “Es una idea grandiosa pretender formar de todo el Nuevo Mundo en una sola nación, con un solo vínculo, que ligue sus partes entre sí y con el todo. Ya que tiene su origen, una lengua, unas costumbres y una religión”. Sin embargo, a pesar de todo tipo de disrupciones aquella evocación sigue siendo un sueño irrealizable.
En Latinoamérica, el populismo impulsa la estrategia política, sin diferenciación ideológica, pero convergen en desinformación y exaltación de las masas con argucia narrativa. El futuro de America Latina, precisa emerger de la infructuosa disputa izquierda-derecha, para aproximarse al “acuerdo sobre lo fundamental”, de lo contrario, continuaremos marcados por las confrontaciones y por el atraso socioeconómico.
POR: Luis Elquis Díaz