Primera Escena: El presidente Santos ordena contratar a través del Dane a 25.000 personas para que ejecutaran un censo agropecuario en 1.101 municipios por un valor de 350.000 millones de pesos.
Dos años después, el presidente Santos descubre que en el sector agropecuario el 73 % de los productores del campo no tienen acceso a la educación, el 90 % no reciben asistencia técnica, el 89 % no solicita crédito y el 83 % no cuenta con maquinaria y sistema de riego. Con semejante panorama, el presidente reconoció que “en el campo colombiano faltaba todo por hacer”, pero su ministro de Hacienda, Mauricio Cárdenas, entendió lo contario y ordenó reducir en 1.6 billones de pesos el presupuesto al sector agropecuario para el 2017, dejando a millones de campesinos sin la posibilidad de superar estas barreras y de paso favorecer a la campaña del presidente Trump, “Compre americano, contrate americano y consuma americano”.
Segunda Escena: El presidente Santos ordena a su exministra de Comercio, Cecilia Álvarez Correa, que monte una estrategia para incentivar las exportaciones agropecuarias. Dos años después, con un dólar a $3.000, no hemos puesto un kilo de carne (en canal) ni de frutas (en fresco) en los mercados de los Estados Unidos y la Unión Europea, por ausencia de una norma que garantice la inocuidad de la carne en toda la cadena y por falta de gestiones que permitan la aprobación de un tratamiento cuarentenario para enviar productos agrícolas a esos mercados.
Contario a lo anterior, autorizaron unos cupos de importación de materias primas y alimentos sin aranceles con la disculpa que había que bajar la inflación. Seis meses después, los precios al consumidor nunca bajaron. La Procuraduría y la Fiscalía, deberían abrir de oficio una investigación a los que ordenaron esa sospechosa y arbitraria medida para determinar si hubo algún interés particular y si hay responsabilidad fiscal por las pérdidas económicas causadas a los productores nacionales.
Tercera Escena: El presidente Santos, preocupado por los paros de las dignidades agropecuarias y la minga indígena, ordena al presidente del Banco Agrario a condonar las deudas a los afectados por los fenómenos climáticos, ampliar la cobertura y agilizar los desembolsos de los créditos a estos campesinos. Dos años después, ya ustedes saben en los líos que andan metidos varios funcionarios del Banco Agrario.
Cuarta Escena: El presidente Santos da instrucciones a la directora del DNP, Tatiana Orozco, a que contrate al exministro de agricultura José Antonio Ocampo, para que propusiera unas estrategias para sacar el campo adelante. Dos años después, el doctor Ocampo radica seis recomendaciones, pero sólo han podido implementar una. La creación de las Agencias de Tierras y de Desarrollo Rural. Allí nombraron a los hijos de dos honorables servidores públicos de este país (Ernesto Samper y Jorge Eduardo Géchem) sin que a la fecha sepamos qué tipo de gestiones han adelantado y a favor de quienes.
Quinta Escena: El presidente Santos está muy preocupado porque en el país se desperdicia el 43 % del agua y el 34 % de la producción de alimentos. Que alguien le diga que hace 20 años no se construye un distrito de riego en Colombia.
¿Titulo de la obra?
*Consultor en banca de fomento agroindustrial.