“… y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser… ” 1Juan 3:2
Si certidumbre es certeza, seguridad, confianza, evidencia; la incertidumbre será todo lo contrario. Obedece a la duda y la perplejidad.
Nuestra natural inclinación es a ser exactos, tratamos siempre de predecir con acierto lo que va a ocurrir y consideramos como de poca estima aquello que no podemos controlar y prever.
Consideramos que el éxito se puede medir y cuantificar por la cantidad de metas definidas y alcanzadas. Y aunque sea loable y de carácter obligatorio, emplearnos a fondo para alcanzar nuestras metas, la verdad es que el secularismo sin Dios, trata de delimitarnos siempre en el marco de las cosas seguras e inconcusas, dándole así un falso sentido de valoración a nuestra existencia.
Esa no es la naturaleza de la vida espiritual. En ella, podemos sentirnos seguros, aún en medio de la incertidumbre. Jesús, al orar por nosotros, exclamó: “No te ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.”
La certeza es la característica más importante de la vida fundamentada en el sentido común. La incertidumbre, que es por la gracia, es la característica más importante de la vida espiritual. Estar seguros de Dios implica que no tenemos certeza sobre ninguno de nuestros caminos y que ignoramos lo que el día de mañana nos deparará. Cuando hablamos acerca del futuro, lo hacemos con esperanza e ilusión, manifestando una expectativa que nos llena de emoción. Y aunque, ciertamente, desconocemos el siguiente paso, en medio de la incertidumbre que nos produce el mundo alocado en que vivimos, ¡estamos seguros del Señor!
Tan pronto nos rendimos al Señor y hacemos las obras que ha puesto en nuestras manos, él empieza a colmarnos de sorpresas. La vida espiritual es como la vida de un niño. No nos falta seguridad con respecto a Dios, sino a lo que él va a hacer después.
La certidumbre se fundamenta en nuestras propias convicciones y creencias, dándonos el honor de hacernos inflexibles, por cuanto asumimos la prohibición de modificar nuestros puntos de vista. Así, cuando nos convertimos en simples promotores o defensores de una doctrina, algo se muere dentro de nosotros; por cuanto no le creemos a Dios, sino creemos en nuestras opiniones acerca de él.
Amados amigos lectores: relacionémonos de una manera correcta con Dios, busquémosle en amistad sincera, la vida está llena de espontáneas y alegres incertidumbres y expectativas.
Jesús dijo: “creed también en mí”. No dijo: “creed ciertas cosas acerca de mí”. Así pues, dejémoslo todo en manos de él y será gloriosamente incierto el modo en que él mismo se manifestará. Puede que no estemos seguros de muchas cosas, pero si podemos estar seguros que Dios hará maravillas en medio de nosotros. ¡Permanezcamos fieles y él lo hará!
Abrazos y muchas bendiciones…