Antes del proceso de paz del gobierno del expresidente Juan Manuel Santos con la guerrilla de las Farc, los procesos electorales presidenciales en el país estuvieron influenciados por la promesa de acabar con los males de Colombia, empezando por acabar con las Farc. El pueblo colombiano imbuido en la contienda política que activa la polarización, comprendió la difícil digestión de tragarse el sapo de un proceso con signos de imperfección, pero racionalmente era la mejor opción en aras de apaciguar la inmarcesible violencia.
El acuerdo de paz sigue siendo motivo de debate, en vez de convertirse en un instrumento para mirar al país hacia adelante. Avanzar en Colombia ha sido una debilidad que cada periodo suma novedades, agravando la solución de sus principales problemas.
Las elecciones de marzo para Congreso de la República y las consultas interpartidistas, conciben incertidumbre política, compartiendo espacio con factores como la salud, economía, tecnología, seguridad y la geopolítica. Entre todos estos aspectos la política es la de mayor relevancia, debido al péndulo político que se mueve con mucha fuerza hacia la izquierda, por el ánimo que despierta el candidato Gustavo Petro.
Con la victoria electoral en Perú, de Pedro Castillo, todo parece indicar que nuevamente América Latina podría volver a dar el giro hacia la izquierda. Las actuaciones de Gabriel Boric Font, en Chile, mostrarán el talante de su gobierno y las elecciones en Colombia y Brasil, marcarán la tendencia política en la región, definiendo lugares de ubicación diferentes o sumándose a los gobiernos de Argentina, México, Venezuela y Bolivia, auspiciando el retorno de principios de este siglo, para reencontrarse con la cabalgata iniciada con la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1998.
Esos movimientos políticos en América Latina son contraproducentes y representan el Informe sobre Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, según el cual América Latina convive con la ambivalencia de ser la región del mundo que registra mayor desigualdad de ingresos, pero al mismo tiempo con la amenaza constante de implosión de la democracia, debido a la inestabilidad política motivada por el movimiento pendular enraizado en la contienda ideológica. El debate ideológico, claramente, no sirve para nada.
Las elecciones presidenciales en Colombia, transcurren en la narrativa ideológica y bajo el sesgo del miedo. Podría asegurar que ningún colombiano, quiere vivir la situación lamentable que vive la gente en Venezuela, también puedo asegurar, que los colombianos queremos vivir mejor. Esa pretensión es la que debería estar en la construcción programática de los candidatos presidenciales, sin embargo, el electorado es algo inconsciente con la comprensión de las propuestas, al contrario, prefiere participar del infértil debate ideológico.
Entendida la situación política de la región y las consecuencias que implica el desgaste del poder, en Colombia le huyen a la sombra que en su momento brindó el expresidente Álvaro Uribe Vélez. El dedo o el guiño no tiene relevancia ni favorabilidad, son las coaliciones las que procuran, de forma dispersa, medir fuerzas con la firme convicción de agruparlas oportunamente. En todo caso, solo hasta el 13 de marzo, empezaremos a notar si el rumbo del país tiende hacia el péndulo latinoamericano, continúa con las mismas prácticas o la esperanza mira el país hacia adelante.
Thomas Trauman, investigador de la Fundación Getulio Vargas, Think Tank brasileño, afirma: “Es muy difícil saber hacia dónde se dirigen las cosas”, no obstante, urge detener la erosión de la democracia en América Latina; tal vez, saldando las cuentas con la historia o entendiendo que la gente reclama esperanza; hay que hacerlo antes de que sea tarde.
Por Luís Elquis Díaz