Con el fin de capturar la percepción favorable o desfavorable de algunos ciudadanos sobre el proceso de paz, nos permitiremos referenciar diferentes conceptos con relación a los últimos acontecimientos que mantienen en aprietos la estabilidad del mismo, bajo una decadencia propositiva de los objetivos que se persiguen.
Lo que está sucediendo muestra una imagen débil para las circunstancias actuales del partido Farc; esta afirmación, está alejada de cualquier ideología sesgada; lo que implica que como columnista, estoy de acuerdo con el proceso, enmarcado dentro de una justicia de equidad y orden social y me opongo a los conceptos irracionales, llenos de odio y a la defensiva de algunos, con tono dictatorial.
Es aquí aconsejable manejar esta propuesta con un elevado grado de conciliación y sensatez, ponderada y madurada; lo que ayer se concebía un paso del silencio al triunfo, hoy es un escenario de verdadera incertidumbre. Preguntamos ¿Qué será del futuro del proceso de paz? Esta contextualización involucra una dimensión de gran expresividad y dinamismo, una actitud desafiante y digna que nos permite hoy, conmemorar y solemnizar 53 años de postulados de hermandad, de ideales, de sueños; sin embargo, los acuerdos de La Habana (Cuba), hoy son una realidad, la exguerrilla asumió la valiente decisión de hacer política en las urnas con sus ideas, la prueba está que ya forman parte del Congreso de la Republica, al tiempo que se reglamentan los acuerdos.
Actualmente, lo más preocupante de todo este acontecimiento en el proceso, es la captura de uno de sus máximos dirigentes, Seuxis Hernández – Jesús Santrich-, acusado de narcotráfico por la DEA, que afirma y reafirma que antes y después a toda la cúpula de la insurgencia, se le realizó un proceso de inteligencia, comprobándose que había conspirado contra Estados unidos, para el envío de cocaína. Ya la orden de captura con fines de extradición fue debidamente autorizada y se encuentra recluido en la cárcel La Picota; mientras su abogado defensor alega que es la J.E.P. es la competente para conocer su caso.
Todas estas apreciaciones, configuran una extraordinaria connotación de tipo social, toda vez que la paz debe estar alejada de cualquier interés que apadrine la corrupción y el narcotráfico, pues de lo contrario nada se ha ganado, que lastima. Lo sucedido es un problema global de debilidad gubernamental con proporciones y dimensiones de gran magnitud, que se deben reconocer y rechazar como sociedad. Esto es una prevención basada en medidas de eficacia aprobada, estrategia institucional que incentiva alternativas que enfocan sus esfuerzos para aportar a la transformación y renovación de un país más justo y equilibrado.
Estamos viviendo una campaña presidencial y sería sano que los candidatos no tomen esta coyuntura como caballito de batalla; algunos con propuestas mediáticas y populistas, defienden el proceso de paz; otros que lo harán trizas o lo reformarán; pero la realidad es otra, Colombia con Farc o sin ella, lo que necesita es reestructurar su esquema político –social, acabar cuanto antes con la asqueante corrupción, el clientelismo, la burocracia desmedida y sin control, tráfico de influencias; solo así sacaremos al país del marasmo y del atraso descomunal en el cual se encuentra sumergido desde hace décadas. ¿Cuál será el futuro del proceso de paz? No lo sabemos; pero el futuro de Colombia si, debe ser próspero y de bienestar para todos, nos lo merecemos y tenemos potencial suficiente para lograrlo.