Como un preludio para el año escolar 2015, son muy importantes estas reflexiones pedagógicas tomadas del libro ‘Secretos para triunfar en la vida’ del sacerdote santandereano Eliécer Sálesman (1929) que nos llevan de la mano por el pensamiento de varios personajes de la historia para demostrar las inagotables bondades de la lectura en los procesos académicos y en el fortalecimiento del proyecto ético de vida.
Mahatma Gandhi decía: “durante toda mi vida, la lectura de buenos libros ha sido mi guía cotidiana y el consuelo en todas mis dudas. Los libros sagrados fueron como el crisol donde fui quemando mis impurezas e imperfecciones y de ahí en adelante obteniendo mi formación espiritual”. Cuentan que en una ocasión un obispo católico que se admiraba que él, siendo hindú, leyera el Sermón de la Montaña de Jesucristo, Gandhi le respondió: “si los católicos leyeran este bello Sermón y lo pusieran en práctica, se volverían santos”.
Cuando el joven Simón Bolívar llegó a España en compañía de su maestro Simón Rodríguez, el futuro libertador de América se sorprendió al ver que jóvenes españoles de su edad le aventajan en su conocimiento y elocuencia; al preguntar por tal situación a su maestro Rodríguez, este respondió: “los españoles leen más que los suramericanos”. Y le agregó esta frase impactante: “oiga joven Simón y no olvide nunca, quién no lee, es media persona”.
Benjamín Franklin el inventor del pararrayo, escribió en su autobiografía estos datos: “Desde joven me aficioné por la lectura de libros provechosos. Un hombre muy estimado me aconsejó que no perdiera el tiempo en charlas vanas, que lo empleara en leer libros. Le hice caso, leía en mis ratos libres después del breve descanso del almuerzo, un rato en las noches antes de acostarme, y si alguna vez por la madrugada se me iba el sueño, me levantaba a leer. Los domingos aprovechaba el descanso. Pero no leía a la corrida, pasando rápidamente los ojos sobre las palabras, sin que la inteligencia tuviera tiempo de digerir aquello. No me interesaba el número de páginas leídas, sino lo que me quedaba de aquellas lecturas. A los buenos libros le debo mi formación, mis éxitos y mi felicidad”.
Las buenas lecturas pluralizan la mente y son la plataforma que impulsa la conquista de los ideales. El ideal, ese valor que atrae y esa fascinación que se ejerce sobre la voluntad, lleva a la persona a esforzarse más por conseguirlo. Los antiguos arqueros campesinos que disparaban sus flechas, decían a los aprendices: “Hay que apuntar a las estrellas para lograr darle a un águila. Hay que apuntarle a un águila para lograr darle a una golondrina. Porque si solamente apuntamos hacia la golondrina probablemente le vamos a dar a la vaca del vecino”. Algo parecido pasa con los ideales, es necesario tener elevadas realizaciones si queremos llegar a medianas conquistas.