X

In memoriam a ‘Yastao’

Como una mujer crítica de los procesos sociales, muchos vallenatos recuerdan a Silvia Betancourt Alliegro.

Existen seres que al partir del mundo terrenal dejan una huella indeleble; ese fue el caso de Silvia Betancourt Alliegro, una caleña que vivió en Valledupar por más de 25 años junto con el amor de su vida, el también extinto escritor, pintor y gestor cultural, German Piedrahita.

Ella falleció el pasado viernes 15 de julio, a las 5:20 p. m. en Medellín, mientras que su hija Ángela la abrazaba y su hermana María Eugenia sostenía su mano, tras una complicación pulmonar que fue descubierta en una etapa muy avanzada. Sus familiares aseguran que los tratamientos recibidos solo fueron paliativos y que no padeció los efectos de ningún tratamiento.

Betancourt Alliegro era más conocida en el mundo de las letras como ‘Yastao’, que significa Silvia en guambiano. Este seudónimo se originó luego que ella se introdujera por un tiempo con esta comunidad indígena, que la acogió y bautizó con el nombre de una princesa de sus mitos que casualmente tenía su mismo nombre.

Estudió en el colegio San Juan de Dios en Cali y más adelante realizó cinco años de teatro en la Escuela de Cali con Enrique Buenaventura, como maestro, donde también era estudiante el escritor Andrés Caicedo. También realizó estudios en relaciones públicas y humanas, que fueron indispensables para el rumbo ejecutivo que tomó su vida durante varios años. Estuvo con Wackenhut de Colombia, Jaramillo y compañía, Joaquín Gómez Pombo, The Sydney Ross Co. Of Colombia, entre otros.

Disfrutó de la lectura desde muy niña y siempre fue una mujer muy “extraña” que prefería sumergirse en mundos intangibles y mutables que lidiar con la miseria humana de su entorno.
Conoció a German Piedrahita en Cali, hace aproximadamente 40 años. Se enamoraron y estuvieron juntos 36 años hasta el fallecimiento de él (en julio 14 del 2012). Tuvieron una única hija: Ángela Piedrahita Betancourt. Vivió en la misma residencia en Valledupar hasta que enviudó y un año después su hija la trasladó a Medellín para que estuviera más cerca a algunos integrantes de la familia y pudiera recuperarse de la depresión causada por la muerte de su compañero de vida.

Silvia casi que abandonó la escritura y su ejercicio creativo desde la muerte de su esposo. Cada día después de la hora del almuerzo ella le leía a él lo que había escrito. Él admiraba su talento. Sin tener los oídos receptores de Germán, el arte de escribir perdió sentido y su retórica se volvió solo amarga. Ella era la editora de los textos de él, al mismo tiempo.

Su columna en el diario EL PILÓN por muchos años la mantuvo energética y activa en el manejo del acontecer político, económico y social, la cual se llamaba Desde mi Cocina. El nombre salió de lo que era su vida como esposa, madre y amiga. Una mujer que era anfitriona de tertulias y debates mientras hacía arroz con coco o cualquier otra delicia desde su cocina. Apadrinó a muchísimos intelectuales, bohemios y artistas de la ciudad desde ese pequeño espacio con una ventanita hacia el patio.

Trabajó freelance como editora y redactora de textos la mayor parte del tiempo que vivió en Valledupar. Le apasionaba ser tallerista del área cultural del Banco de la República con el programa forjando lectores, para desplazados y reclusos.

Publicó los libros Peregrinos del Tiempo (poesía) y Muchacha de Abril (biografía de la escritora Mary Daza Orozco). Tiene al menos 10 libros sin publicar. El favorito de su hija es un libro autobiográfico de género epistolar que se llama ‘Lo que dejaste Adriana’, que preveían publicar este año). Le quedaron cuentos, poesías y muchos ensayos inéditos.

‘Yastao’ amaba la literatura y la música clásica. Solía sintonizar tonadas de Bach para empezar a escribir. Quienes la conocían de cerca aseguran que para ella era una experiencia de escritura automática.

Su aporte y participación en la escena cultural de la región fue muy amplia, al igual que los canales a través de los cuales se expresó (radio, prensa y redes sociales). Mantuvo amistad con muchos personajes icónicos de la ciudad, que enriquecieron su perspectiva de la gente caribe.
“Mi madre era demasiada mujer y una de las personas más brillantes que he conocido y conoceré.

Es la persona a la que llamaba ante cualquier duda a nivel intelectual, pero también para preguntarle cómo hacer una receta familiar. Su apoyo fue incondicional y siempre será el alma de mi alma”, rememoró su hija Ángela, quien exhorta a las autoridades culturales a promover más actividades con los reclusos y sectores vulnerables de la población, como un homenaje a Betancourt Alliegro.

Sello en Valledupar
‘Yastao’ y su esposo fueron amantes de Valledupar, su geografía humana, su paisaje tropical y su música. Eran fieles participantes de los diversos eventos culturales: recitales, exposiciones pictóricas, conferencias y presentaciones de libros.

Silvia amaba inmensamente la música vallenata. Para ella era delicia espiritual escuchar las guitarras y los cantos de Gustavo Gutiérrez y Santander Durán. De manera poética la describe el profesor José Atuesta Mindiola: “la soledad de la noche tararea de ausencia la guitarra, una espina de añoranza en las juveniles calles de este viejo Valle, un jinete eleva sus versos para teñir el viento de cañaguates, la erótica sirena agita sus cabellos en los espejos de agua del Guatapurí.

Un amante del pincel y la poesía, fue su amante poético y real. Ahora Silvia es una invisible pájara en el celeste edén de la eternidad, que deja en la piel del tiempo, la sonora caligrafía de amor por esta tierra vallenata”.

Hoy publicamos una de sus columnas Desde mi Cocina, que dio a conocer el 25 abril de 2012.

Si viniste al Festival Vallenato

Si disfrutas la música con todos los sentidos, si en tu estilo de vida le das cabida constante, si para cada sobresalto (bueno o malo) tienes una canción que te colabora para sobrellevarlo, si atesoras las notas musicales dentro de tu alma para usarlas donde quiera que estés, si sabes cómo es otra persona por la música que prefiere, si bailas incorporando esqueleto e intestinos a la ejecución y además sonríes, si soslayas la estridencia porque insulta tu esencia base, si cuando caminas –dependiendo del camino- cantas y danzas para sortear los cantos rodados, si has captado el murmullo del silencio sin sobresaltarte, si reconoces y disfrutas la diferencia de la música creada a cielo abierto de la fabricada en un estudio, si a cada rostro recordado con amor le tienes adherida la música de la época en que tocaste su alma, si cantas mientras lloras y terminas por reír de tu debilidad, si necesitas de la presencia de alguien que cante y baile a tu lado mientras vives tu cotidianidad, entonces…¡eres pariente de los ángeles!

Todo el arsenal poético descrito es provisión para el que sabe escuchar, pero hay un manantial al que muy pocos acceden, pertenece a unos elegidos que conocemos como artistas. A ellos les correspondió, cuando Dios hizo el reparto de los atributos para cada ser creado, un trozo más grande de Su esencia.

Ahora tendré (tendremos, te sugiero) que empezar a escuchar cada frase escrita por el compositor que nos arrastra, a cada acto al que asista hay que hacerle seguimiento, porque si tiene dos poderes tan intensos, uno obsequiado por el Creador y el otro que es su esfuerzo… es que dentro de ese organismo hay un espíritu altamente dotado y capacitado para tocar en el concierto final en el día del Armagedón, hasta hoy no puedo imaginar de quién será la partitura.

Si viniste al Festival Vallenato es porque la música es de vital importancia para tu existencia, por tanto, pisa despacio y observa, pues en cualquier calle te puedes tropezar con un ser que comulga con el cosmos y no siempre tiene los pies asentados sobre la Tierra, a veces levita en público y escucha el dictado que desde el infinito le hacen ¡No le hables, no lo toques! Obsérvalo con disimulo, tal vez así puedas captar algo de su inmortal espíritu.

¿Sabía usted que…
Silvia Betancourt Alliegro era hija de un hombre antioqueño y una mujer cartagenera de ancestros italianos. Era la quinta de 12 hermanos y es la primera en fallecer?

El seudónimo de Betancourt Alliegro, ‘Yastao’ es el nombre de una princesa de los mitos guambianos.

Por Annelisse Barriga/El Pilón

Categories: Cultura
Periodista: