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In memoriam: ¿Alguien recuerda a Mario Bunge?

La agenda informativa de los medios de comunicación es una de las cosas más caprichosas de la vida. Son múltiples los factores que influyen en los temas que escogen los periodistas para informar, pero ese proceso, tiene más de caprichoso e intuitivo que de otra cosa. He visto que a la muerte de un importante exministro de Agricultura, algunos medios de comunicación de Bogotá, apenas le dedicaron un parrafito y en páginas interiores; mientras que a un afamado cantante de música vallenata le dedicaron, en el mismo medio, varias páginas, por los mismos días.

Esto sucede prácticamente todas las semanas. La pasada volvió a suceder con la muerte de Mario Bunge, nombre que, quizás, no les dice mucho a los lectores del diario El Pilón. ¿Quién será? En el caso de Bogotá, un diario le dio escasos tres párrafos a una persona que dedicó su vida a promover la enseñanza de la filosofía del conocimiento y de la ciencia en América Latina, una región en la que parece que la historia se hubiera detenido y – en algunos aspectos- hasta hubiera retrocedido.

Pues bien, Mario Augusto Bunge Mausser fue un físico y filósofo, argentino, que se dedicó a la reflexión y a la enseñanza de la filosofía. Algo similar, guardada las proporciones, a lo que hizo Rafael Carrillo Lúquez en Colombia, pionero de la filosofía. Bunge se dedicó a la filosofía del conocimiento, redactó cientos de artículos sobre la misma y publicó varios libros, que, en su momento, fueron el faro de una visión sobre la ciencia, su reflexión y su qué hacer. Su aporte crítico fue reconocido en Estados Unidos y Europa, quizás mucho más que en América Latina.

“La ciencia, su método y su filosofía” fue una de sus obras más conocidas y la poca ciencia e investigación científica que hay por esta olvidada región del mundo, le debe mucho a este profesor e investigador. Como docente fue un innovador, que invitaba a sus alumnos al análisis y de debate reflexivo, en lugar de la tradicional enseñanza pasiva imperante hasta ese entonces. Para tener una idea completa de Bunge, hay que advertir que Argentina era un país en pleno apogeo, con un progreso económico sin precedentes frente al resto de América Latina y con un futuro promisorio que, a la postre, se quedó truncado por una serie de errores en su política económica y en su inmadura democracia.

Fue alumno de otro importante físico y filósofo argentino, Ernesto Sábato, y al igual que aquel inconforme y rebelde con muchas de las cosas de su tiempo. Se opuso al Peronismo, al apoyar a la Unión Democrática, para buscar defender la libertad de cátedra y la investigación libre. Eso le costó varios carcelazos y años de exilio. El último de ellos fue a Canadá, donde murió hace pocos días después de cumplir cien años. Bunge recibió 21 Doctorados Honoris Causa; y en 1982, fue reconocido con el Premio Príncipe de Asturias a la Comunicación y las Humanidades.
En momentos en que América Latina vive momentos de duda e incertidumbre, cuando sigue siendo una región que poco o nada la aporta a la ciencia y a la educación mundial, bien vale la pena revisar y divulgar las reflexiones que, oportunamente, hizo Mario Bunge, y que apenas fueron escuchadas por la comunidad académica, pero muy poco por una clase dirigente a la que poco le importa, en serio, el futuro de la ciencia y de la investigación.

Al ritmo que vamos, esta parte del mundo tendrá que esperar otros cien años, como en la reconocida novela de García Márquez, para tener otra oportunidad sobre la tierra. Recordémosle a nuestra juventud el ejemplo de autores como este, como el mismo Estanislao Zuleta, entre otros, y el de nuestro coterráneo, Rafael Carrillo Lúquez, a quien solo se le recuerda por el nombre de la conocida, pero poco visitada Biblioteca Departamental.

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Carlos Alberto Maestre: