En otras oportunidades nos hemos referido a este interesante tema con la seguridad que hace parte de un debate público que cada día es más latente por sus grandes implicaciones en lo que estamos viviendo por el cambio climático, que enfrentarlo implica un esfuerzo de la comunidad mundial por los grandes deterioros que nos fustiga en su parte inicial.
Los debates públicos sobre la cuestión del medio ambiente solían estar regidos en el pasado reciente más por la emoción que por la razón. Casi todos se desarrollaban como si lo que se ventilara fuese contaminación contra no contaminación y está claro que esto no tiene sentido, ya que no es posible tener un mundo sin contaminación, es decir, nadie que contemple el problema profundamente puede albergar una contaminación cero, como un estado de cosa deseable o posible.
Aquí cabe mencionar a cierta eliminación, como por ejemplo, podríamos reducir a cero la contaminación provocada por automóviles haciendo su movilidad a través de la aplicación eléctrica.
Decía alguien: “Cuesta algo tener algo puro, al igual que cuesta algo tener otras cosas buenas que deseamos. Nuestros recursos son limitados y en el problema de la reducción de la contaminación es inminente que tengamos que comparar las ganancias y los costos…”.
Respecto a lo que estamos experimentando con los cambios climáticos no podemos decir que el verdadero problema consiste en eliminar la contaminación, sino en sentar las bases que definan el nivel de contaminación adecuado, o sea, un nivel en el que el beneficio resultante de reducir un poco más la contaminación apenas superase el sacrificio de otras cosas nuevas (viviendas, calzado, prendas de vestir, entre otras), que se deberían suprimir al objeto de reducir la contaminación.
Digamos que otros obstáculos para el análisis racional en la cuestión del medio ambiente es la tendencia a plantearlo en términos de buenos o malos… al considerar que se trata de un problema de motivos, que con tal de que todos los que somos buenos dejamos sentir nuestra ira para dominar a los malos. Es mucho más fácil echar la culpa a los demás que adentrarnos en profundos análisis.
Existe entre nosotros algo muy puntual respecto al caso de la contaminación y es que el diablo a perseguir está encarnado siempre por los negocios, como por ejemplo el de las empresas que producen bienes y servicios. En realidad, los responsables de la contaminación en gran parte somos los consumidores, no tanto los fabricantes, ya que ellos crean, por decirlo así, una demanda de contaminación. Las personas que consumen electricidad son responsables por lo que sale de sus operaciones. Queda claro que si queremos tener la electricidad con menos contaminación tenemos que pagar directa o indirectamente un precio bastante alto para que la electricidad produzca menos contaminación, para lo cual podemos citar las energías alternativas.
Aquí debemos apuntar finalmente que el costo de tener el aire, el agua, y todos los demás servicios con menos contaminación, debe ser soportado por el consumidor, nadie más pagará por ellos. En todo caso, todos debemos aportar a aliviar esta situación, tanto empresas, intermediarios y consumidores, en la medida en que todos somos responsables.