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Implicaciones del invierno y el cambio en la inflación

La emergencia invernal, tal como lo habíamos advertido en estas mismas páginas, alteró el comportamiento de la economía colombiana, con efectos que se sentirán en 2011 y más allá;  y comenzó a pasar su cuenta de cobro con dos indicadores que afectan directamente el bienestar de la gente: la inflación y la tasa de crecimiento económico.
La inflación en diciembre se desbordó, principalmente por el invierno que afectó la producción de algunos alimentos y el transporte de los mismos, como también de otros productos básicos de la canasta familiar.
Como resultado de lo anterior, la tasa de inflación en todo 2010 cerró en 3,17 por ciento, un 1,17 por ciento más que en 2009 cuando había terminado en 2,0 %. Los alimentos crecieron en 1,65 por ciento, para un total de 4,09 por ciento en todo el año. Es una mala noticia, sin lugar a dudas, y una señal de alarma para el gobierno, el sector privado, en general, y en particular para las familias que son las que han comenzado a sentir los problemas en la oferta de alimentos.
Antes de comentar las implicaciones de esta noticia de carácter nacional, queremos referirnos al caso particular de Valledupar que cerró el 2010 con la tasa de inflación más alta entre las ciudades encuestadas, con un 4,2 por ciento; seguida de Bucaramanga con el 3,91 por ciento y Ríohacha con el 3,29%.
En el caso de Valledupar, que nos interesa por obvias razones, no se necesitan hacer muchos estudios econométricos detallados para detectar que el índice de Precios al Consumidor (IPC), que mide el Dane, lo que hizo fue capturar el aumento de precios que hubo con las comidas preparadas, el carbón, la leña, el gas propano en cilindro y en compra de estufas eléctricas, gastos que debió hacer la gente para poder afrontar la falta de gas natural domiciliario por los problemas en la tubería de abastecimiento a Valledupar. Además, se presentó el problema de la gasolina en la ciudad, por el desabastecimiento de combustible ilegal desde Venezuela, también como consecuencia del invierno.
Sobre este último tema no es gratuito que Bucaramanga y Riohacha también hayan presentado una alta inflación en el año que acaba de terminar.
Con este resultado, una inflación de 3,17 por ciento, es cierto que queda muy reducido el poder de compra del salario mínimo mensual legal vigente (para 2011), por cuanto su reajuste de 3,4 por ciento se había hecho con una perspectiva de inflación anualizada cercana al 2,5 por ciento.
Este cambio en la tendencia de la inflación, así sea temporal, le modifica las perspectivas al país en materia de estabilidad de precios, comenzando por la Junta Directiva del Banco de la República, el Ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, al sector privado y a los analistas económicos que consideraban otros escenarios, más optimistas.
No obstante, teniendo en cuenta que se debe a un fenómeno estacional y concentrado en el rubro de alimentos, aún es muy temprano para considerar que ese cambio en la tendencia de inflación se mantenga en el mediano plazo y en consecuencia sea conveniente cambiar la política monetaria.
El invierno también pasará su cuenta de cobro en materia de un menor crecimiento económico, principalmente por sus efectos en el sector agropecuario, cuyos costos no se han estimado con la precisión requerida. Esta emergencia le puede costar al país un punto o punto y medio en menor tasa de crecimiento económico para 2011, que a finales del año pasado se estimaba entre un 4 y un 5,5 por ciento. Sin duda va a ser menor.
No obstante, de otro lado, si los recursos para la atención de la emergencia y la reconstrucción se manejan con criterio gerencial, con eficiencia y transparencia, ese proceso puede ser un instrumento de expansión económica.
El Gobierno Nacional debe adoptar medidas para garantizar un adecuado abastecimiento de alimentos, se han perdido muchos cultivos y mucho ganado. Fedegan habla, también, de aumentos de precios en la carne por falta de un adecuado abastecimiento; igualmente, los gobiernos municipales deben adoptar medidas para evitar la especulación y el acaparamiento. Hay mucho por hacer, sin duda…
Pero de allí a proponer medidas como una nueva revisión del salario mínimo hay mucho trecho. Son miles las empresas colombianas, fundamentalmente pequeñas y medianas, que no resistirían una medida populista de volver a incrementar el mínimo legal.
El incremento temporal en la inflación no puede llevar a las autoridades económicas a adoptar medidas contraproducentes que, a la larga, terminarían por agravar, aún más, la actual situación. Es el momento para la cabeza fría, la racionalidad  y la prudencia, tanto en materia de gasto público, como en materia de política monetaria, endeudamiento público externo y refinanciación al sector privado. Bien ha hecho el Presidente Juan Manuel Santos en extender la vigencia de la emergencia económica, pero esperemos que las voces de sirena que hoy llaman al populismo y la demagogia no sean escuchadas.

Categories: Editorial
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