X

Imperfección humana al extremo

Hace más de 40 años, en un ensayo titulado «Hambre, opulencia y moralidad», el profesor Peter Singer invitaba a los lectores a imaginar que caminan junto a un estanque poco profundo cuando ven a un niño pequeño que ha caído en él y parece estar ahogándose. Podrían rescatarlo fácilmente, pero arruinarían sus nuevos y caros zapatos. ¿Estaría mal ignorar al niño y seguir caminando?

Según Singer, Cuando pedía al público que responda esa pregunta levantando la mano, suele haber unanimidad en que estaría mal priorizar los zapatos. Luego señalaba que donando a una organización de beneficencia que protege a los niños, todos podemos salvar la vida de un niño.

Se trata de un argumento simple hasta que nos damos cuenta de que después de salvar a un niño donando a una organización de beneficencia eficaz, tenemos la oportunidad de salvar a otro, y a otro, y a otro. ¿Debemos dejar de gastar en lujos para salvar otra vida y dar hasta que si siguiéramos haciéndolo nos volveríamos tan pobres como aquellos a quienes ayudamos?

Lo anterior, para preguntarnos sobre cómo todos podemos ayudar a la problemática del control contra desnutrición y protección de la niñez en el país. Una y otra vez se repite la escena de los operadores de alimentación escolar, quienes realizan una actividad, no todas las veces adecuada, mas bien desalmada en algunos casos.

Se puede sentir rabia, impotencia, tristeza con el caso publicitado de Aguachica, pero eso es lo que hay, somos seres humanos imperfectos al extremo, cada día más mercantilistas y menos sensibles. Si bien es cierto, los escándalos de conducta reprochable en algunos operadores no es solo una cuestión de operación, si no de ética y moral, pero allí también se encuentran los problemas de diseño de la política y sus programas. Por tanto, hay que aprovechar la coyuntura para meterle mano a esta problemática, más allá de multar o cambiar operadores.

Es hora de revisar los diseños, por que hay que abolir un supuesto que ha hecho carrera y es que desnutrición se supera entregando raciones de comida abundante y de calidad. Bajo este supuesto, el ciudadano no es sujeto de atención, si no un objeto de cobertura del programa, allí es donde actúa la racionalidad económica del operador del servicio.

El problema de los programas nutricionales, nos invita a pensar críticamente en dos sentidos: primero sobre el tipo de políticas públicas que se imponen como panaceas en sociedades particulares. Segundo, como ciudadanos nos corresponde revisar por que en casos como en el de Aguachica nos hacemos conscientes de estas angustias,  pero somos incapaces de lidiar con ellas.

Categories: Columnista
Roberto Carlos Núñez Vega: