Recién elegido el nuevo presidente francés, Emmanuel Macrón, dijo que prometía “gobernar para que en cinco años no tuvieran que escoger entre los extremos”, en clara oposición al arrebato democrático de las últimas elecciones o consultas populares. Siendo los más visibles mundialmente el referendo que sacó al Reino Unido de la Unión Europea y que todos conocimos como el Brexit y el triunfo de Donald Trump sobre Hillary Clinton, quien a pesar de haber ganado voto a voto, al final perdió la Presidencia en el entramado representativo del sistema electoral estadounidense.
Nuestro país también sucumbió ante la pendular incertidumbre política. El 50,22 % de los votantes del plebiscito rechazaron los acuerdos de paz de La Habana. Inexplicable, teniendo en cuenta que el pueblo votó por Santos en la reelección porque iba a firmar la paz y un tiempo después, más de la mitad de los votantes decidieran que no les gustó la negociación.
No sé si por arrogancia o por descalificación, se dijo que había ganado la derecha en preferencia al tableteo de los fusiles y las bombas anti persona causantes de ocho millones de víctimas en medio siglo de guerra, como si la izquierda no hubiese puesto su fúnebre cuota y abortado otros procesos de paz, en clara muestra de que en Colombia los extremos políticos se odian tanto que hasta se parecen.
Ambos bandos están poseídos por un peligroso frenesí, mitigable solo con el exterminio del adversario. En su imaginario no existe la convivencia pacífica rodeada de diferencias políticas, alejan el necesario disenso con la virulencia de los insultos. Beben de la venenosa fuente de la venganza, olvidando la lucha contra el inequitativo bienestar o los excluyentes espacios políticos que reserva el dinero.
Son un pugilato de agresiones, clasifican los muertos como buenos o malos de acuerdo a quien haya apretado el gatillo, la izquierda radical solo considera barbarie los asesinatos de los paramilitares y la extrema derecha únicamente gradúa de terrorismo los crímenes de la guerrilla. La izquierda tercamente insiste en defender el descalabro venezolano, mientras que la derecha lo utiliza como espejo detractor de adversarios políticos, olvidando que Ecuador, siendo un gobierno de izquierda, nos da cátedra de desarrollo.
Por este parecido es difícil encasillar ideológicamente a personajes de la vida nacional. Santos posa al lado de la izquierda, pero sus neoliberales políticas económicas son derechistas. Uribe a pesar de ser un símbolo de la derecha, promovió la ley de indulto del M-19 y nombró gestor de paz a Rodrigo Granda. Y los guerrilleros de las Farc y afines, defienden el comportamiento dictatorial que históricamente han practicado las derechas del mundo, cuando apoyan las ‘burradas’ de Maduro.
Entonces ante este sancocho ideológico no queda sino buscar a líderes que respeten el Estado democrático, a las personas que promuevan la inclusión, la tolerancia y el reconcilio nacional, pero sobre todo que sus actos los inspire la sensibilidad social, capaz de propiciar la movilidad social de quienes solo han conocido dificultades. Insisto, pensemos en nosotros. Un abrazo. –
Por Antonio María Araújo Calderón
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