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Identificados con él

Por: Valerio Mejía Araújo

“… pues como él es, así somos nosotros en este mundo” 1 Juan 4:17
Jesús fue el siervo sufriente que se encaminó a la cruz. Pero Jesús está triunfantemente resucitado, ascendido y glorificado. 

Aun cuando física y psíquicamente todas las personas somos diferentes; espiritualmente, tenemos una meta común: “Que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. Así que, el propósito central de Dios con nosotros es que crezcamos conforme a la plena estatura de Cristo. 

Entonces, la vida cristiana no se encuentra en la cruz, sino gracias a la cruz. Es el poder de la resurrección de Cristo el que le da energía al creyente. Tradicionalmente estamos acostumbrados a venerar el crucifijo, la cruz con Cristo crucificado, pero el símbolo cierto de adoración debería ser la cruz sola, porque Cristo no se quedo suspendido en ella, la muerte no pudo retenerlo y él resucitó con poder y gloria. ¿Se desmerita en algo el valor de la cruz? ¡Para nada! La sangre derramada por el cordero sin mancha limpió el poder y la influencia de los yerros y equivocaciones en nuestras vidas. ¡No seríamos nada sin la cruz! 

Pero la cruz no es la estación final, sino el principio; es la puerta de entrada a la vida de reconciliación y de victoria. La gran mayoría de nosotros, todavía estamos llorando al pie del crucifijo. La conciencia de la humanidad está fija en el Cristo que murió, no en el Cristo que vive y reina. Las personas miran y creen en el Redentor que fue, no en el Redentor que es.

Si yo tuviera una deuda de dinero con alguien, y ese alguien me perdona la deuda, no tengo nada. A menos que quien me perdonó también me dé dinero que yo puedo considerar mío. Y eso fue lo que Cristo hizo por nosotros, fue su sangre la que limpió mi deuda de pecado, pero es su resurrección la que me permite tener algo en mi favor. ¿Por qué es importante esto? Porque cambia profundamente nuestro sentido de identidad y de propósito: Jesús se hizo pobre para que yo fuese enriquecido. Sufrió las llagas y la enfermedad, para que yo fuese sano. Se hizo pecado para que yo pudiera ser hecho justicia de Dios. 

Entonces, ¿Por qué deberíamos llegar a ser como él es? Porque él sufrió para darnos la posibilidad de llegar a ser como él es, para que en algún punto de nuestra existencia, hagamos realidad la resurrección y permitamos que sus beneficios inunden nuestra vida trayendo para nosotros lo que ya fue comprado  a precio de sangre. Para que juntos como comunidad, podamos descubrir el poder de la resurrección que sana, salva, bautiza y libera.

Hoy te invito a identificarte con el sufrimiento de Jesús en la cruz, para que disfrutes la gracia y el poder de la resurrección en la vida diaria. 

Saludos y muchas bendiciones en Cristo…

 

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