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Iconoclasta

Cuando uno termina de leer a la enjuta Salud Hernández-Mora comprueba que es una opinadora narcisista que siempre va a contracorriente y sistemáticamente rumia que este país es absolutamente inviable y todo está política y judicialmente degenerado. Y por esa ruta propone un suicidio colectivo como perspectiva única. Deprime lo que escribe.

Para ella todo es podrido y nadie (salvo ella) es correcto. La única impoluta. Entiendo que participa de la filosófica pero chabacana frase de uno de los inefables Nule, que la corrupción es inherente al ser humano colombiano. Jamás se le lee una reflexión propositiva sino inalterablemente pendenciera y negativa. Ejemplo elocuente de provocadora personalidad.
La Hernández-Mora como piensa mucho debe ser terriblemente infeliz. Habrá que preguntarle sobre su precúneo, es decir, sobre el indicador de cuanto uno medita o reflexiona acerca de sí mismo y de las experiencias de uno. No creo que sea autocritica.

Siempre que escribe injuria y calumnia, por lo menos desde el ángulo de la tipicidad objetiva, es decir, es una columnista delincuente cotidiana aunque aún no haya sido condenada, o sea, no tiene antecedente judicial. Vive de esa actividad antisocial no obstante procure que sus imputaciones deshonrosas sean aparentemente creativas pero ponzoñosas. Y dañinas.

Colombia es un Estado unitario, con separación de poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, bajo principio de colaboración armónica. Y ahí subyace históricamente una problemática constitucional porque no solo el poder legislativo hace las leyes, también las hace y propone el ejecutivo y el judicial. Alrededor de esta temática se encuentran ejemplos del ejecutivo objetando las leyes del legislativo y la rama judicial actuando a través de la Corte Constitucional como legislador negativo cuando declara inconstitucionales las normas o da órdenes al ejecutivo o al legislativo.

Entonces no somos pendejos cuando se participa racionalmente de la discusión y el examen de propuestas como la que se origina en la búsqueda de un equilibrio de poderes. El control del poder es una permanente idea democrática-liberal para superar a Montesquieu y sobre realidades macondianas prevenir la degeneración de la Republica. Siempre habrá que procurarlo.

La comprensión teórica del principio de equilibrio, de pesos y contrapesos en el ejercicio del poder político, debe tener en cuenta la compleja realidad social y la configuración normativa de la orgánica del Estado y de la inexcusable participación ciudadana en los procesos de reformas constitucionales.
Despreciar, per se, la posibilidad de remozar las instituciones, porque todos los colombianos somos gentes malas, es una insinuación destructora y maquiavélica. El país no es un fracaso. Contrario a lo que dice la española Hernández-Mora hay que parodiar a Zelda esposa de Scott Fitzgeral: Colombia “te quiero de todos modos -incluso sino hay un ningún yo o ningún amor o incluso ningún tipo de vida- te amo”.

Hugo_Mendoza: